Un encuentro entre hermanos, por Rav Moshé Bendahan
A continuación reproducimos las palabras de Rav Moshé Bendahan, presidente del Consejo Rabínico de España y rabino principal de la Comunidad Judía de Madrid en la inauguración del XXII Reunión del Comité Internacional de Enlace Judeo-Católico, el pasado domingo 13 de octubre:
Cuando leemos el libro de Génesis (Bereshit) vemos que hay un constante conflicto entre hermanos, como si el diálogo y la fraternidad fueran imposibles de alcanzar.
Ya los dos primeros hermanos mantienen una rivalidad, que lleva a Caín a asesinar a su hermano Abel.
Posteriormente hay una disputa entre los hijos de Noé. Shem y Yafet por un lado, y Jam por el otro. Los hijos de Abraham no pueden convivir juntos, e Ishmael tiene que abandonar su casa. Esau y Jacob, siguen marcando la línea de rivalidad, y Jacob tiene que huir de su hogar a Jaran. Los hijos de Jacob no soportan a su hermano José y lo venden como esclavo a Egipto.
Cuando José, retiene a su hermano Benjamín, Juda le dice, yo me quedo rehén, pero que mi hermano pequeño vuelva con su padre y así Juda repara, la expresión de Caín:
“Acaso yo soy el guardián de mi hermano”, demostrando que el sí, es el guardián de su hermano.
Por otra parte, cuando José trae a sus dos hijos a su padre Jacob para que los bendiga, los colocó a Menashé, el primogénito a la derecha y a Efraím a la izquierda.
El padre cruza los brazos para bendecirlos, y coloca su mano derecha sobre la cabeza de Efraím, y en ese momento, Menashé en lugar de rebelarse, y decir yo soy el primogénito, acepta que su hermano tenga más mérito para merecer la primera bendición, y de esta forma, repara el conflicto de primogenitura que leemos a lo largo de todo el Génesis.
Preguntaron nuestros Sabios ¿Por qué D-s creó a una sola pareja, Adán y Eva, y no a varias parejas al mismo tiempo? Para enseñarnos, que al descender toda la humanidad de unos mismos padres, todos somos hermanos, y tenemos que aprender a ver a nuestro prójimo como hermano, y no como un extranjero ó como un extraño.
Sólo cuando aprendamos a sentir que el prójimo es nuestro hermano, podremos llegar a una relación de fraternidad, hermandad, respeto y tolerancia.
Católicos y judíos deben llegar a una relación de armonía y fraternidad, sustentada en los valores éticos y espirituales comunes, que constituyen la base de la Civilización Occidental.
Tenemos que seguir los pasos de la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, del 28 de Octubre de 1965, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, donde está escrito:
“Además la Iglesia que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”
Le pido a D-s, que nos de su bendición, para que salgamos de este Congreso más unidos y hermanados.