Ahora todos somos judíos, por Jorge Rozemblum

Ahora todos somos judíos, por Jorge Rozemblum


En las últimas semanas, y a un ritmo creciente, observamos cómo la palabra “judío” va dejando de atribuirse a personas reales para convertirse en un argumento político nacional. El último de estos despropósitos ha tenido lugar en el Parlamento de Galicia, cuando el líder de la formación nacionalista de izquierdas AGE acusó al presidente de dicha comunidad y a su partido de actuar como los nazis contra los judíos. Lo perverso del caso es que dicho parlamentario y su formación son justamente los que han evitado que este año, como se había hecho en precedentes, la cámara gallega emitiera una declaración en el Día Internacional dela Memoriapor las Víctimas del Holocausto.
Apenas unos días antes, la número dos del Partido Popular acusaba a los grupos de “escrache” (acoso personal a los políticos) de nazismo puro, tergiversando una vez más la historia, como si el acoso de los nazis hubiera sido contra el gobierno (que en realidad ejercían). La respuesta no fue mucho mejor, porque la número dos (esta vez del partido principal de la oposición) del PSOE reaccionó a la declaración anterior recomendándole que oyera el testimonio de “los muchos sobrevivientes del Holocausto que hay en nuestro país”. ¿Cuántos son “muchos” y cuántos testigos del acoso a los judíos antes de la puesta en marcha de su asesinato sistemático? ¿Los que se cuentan con los dedos de las manos? Tanta ignorancia, incluso en gente cultivada en muchos otros aspectos, no es más que el reflejo del total desinterés por el mayor crimen del siglo XX, al menos en su faceta real e histórica, aunque resulte muy provechosa como símbolo y arma política arrojadiza.
Gracias a Hollywood y la televisión hasta el más iletrado entiende hoy que los nazis son los malos de las películas. Pero no sucede lo mismo con la víctima, el judío, a quien el odio más ancestral de la civilización humana no permite digerir que se le atribuya el papel contrario, más allá de los discursos retóricos. Una vez más, el buen judío, el judío ideal, es el judío masacrado. Ello constituye, sin ningún género de duda, un insulto aberrante para los sobrevivientes: aquellos que lograron salvarse físicamente del exterminio y aquellos (el resto de TODOS los judíos) que logramos salvarnos porque el exterminador no había llegado al país en que habitábamos, nosotros o nuestros antepasados en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La ligereza con que cualquiera (incluidos aquellos que determinan los titulares de la prensa y los medios, y de las agendas nacionales) puede usarnos como “personajes” de su historieta particular para, por ejemplo, compararnos con un alumno que no recibe suficientes asignaturas en la lengua oficial del estado, es una aberración histórica y una bofetada para un colectivo al que siempre presumen defender y con quien pretenden identificarse.
Ahora resulta que todos somos judíos, incluso quienes pretenden acabar con nosotros: ¿les suena la patraña del genocidio judío hacia el pueblo palestino? Se roba nuestra historia y se la apropia Hamás, que también son judíos según esta visión deforme. Y las ONGs españolas que pululan en Gaza son los Justos Entre las Naciones que vienen a ayudar a los “judíos” gazatíes (¡igualito que lo hicieron durante el Holocausto verdadero!). No. Basta de retorcer las verdades para que quepan en los bolsillos de la mentira. NO TODO EL MUNDO ES JUDÍO.
No voy a hacer un ejercicio de retórica rabínica para señalar quién lo es según las leyes de la halajá. Sirva la definición que Israel utiliza desde que proclamóla Ley del Retorno para significar a quién tiene derecho a la ciudadanía en el estado de los judíos: los mismos a los que se les aplicaron las leyes raciales de Nuremberg durante el nazismo, todo aquél perseguido por ser quien era, no por lo que hiciera, pensara o a quién rezara. Esos somos los judíos. A los escasos que demostraron su dignidad y nos protegieron (ninguna nación, sólo individuos) les estaremos siempre agradecidos y los elevaremos al altar de los Justos, ya que no veneramos a santos. A los demás les rogamos un ejercicio de higiene lingüística y conceptual para no ser cómplices involuntarios de los “malos de las películas” y sus prácticas de deshumanización. Antes de hablar DE los judíos, hablen CON los judíos.

Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad, este escrito acompañó el pasado viernes la presentación de los contenidos semanales de Radio Sefarad.

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