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¿Por qué dejamos ganar al terrorismo?, por Jorge Rozemblum

En estos días el pesar se apoderará de algunas familias en distintas orillas del Mediterráneo. En España, los familiares de los asesinados por ETA asisten y asistirán asombrados e indignados a la excarcelación de terroristas juzgados y condenados por la democracia a miles de años de cárcel, pero que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado que tienen derecho a los mismos beneficios penitenciarios que quien está en prisión por robar una gallina para comer. Más al este, en Israel, las víctimas de otros terroristas llorarán desconsoladas por la liberación de los asesinos de sus familiares a cambio de que los palestinos acepten sentarse a negociar su propio Estado. Parece que tenemos que resignarnos a que el terrorismo quede sin castigo, al menos sin uno acorde al crimen cometido, y a confundir intencionadamente la relación víctima-victimario. Hemos caído en la trampa lingüística de aceptar expresiones como “terrorismo de estado” para naciones democráticas que tratan de defender a sus ciudadanos e instituciones con las herramientas (policía, ejército, servicios de inteligencia, etc.) que la propia sociedad ha erigido a través de su voluntad expresada en las urnas. Hoy día, sin embargo, nos hemos acostumbrado a poner en el mismo lado de la balanza a este tipo de naciones y a aquellas dirigidas desde las armas, la ignorancia y el culto a la personalidad: justamente los países que, a través de sus mecanismo estatales, propician, forman, financian y sustentan la acción de grupos terroristas en el extranjero. ¿Hace falta dar nombres? No pienso llenar esta página con el atlas del auténtico “terrorismo de estado”, sólo con algunos de los más destacados: Irán, Arabia Saudita, Siria, Catar, etc. Añadamos algunos que “se han visto obligados” a congelar o posponer este tipo de “incentivos” externos: Irak, Afganistán, Pakistán, Sudán, Mauritania, Cuba, China, etc. La lista es tan larga que no sorprende que algunos organismos de derechos humanos donde a cada país corresponde un voto consigan mayorías para poner a su frente a la Libia de la época de Gadafi. En cuanto al Tribunal Europeo que derribó la llamada “doctrina Parot” que venía aplicándose a los etarras para evitar su excarcelación, ¿no es razón suficiente para plantearse seriamente salirse de la Unión Europea y seguir aplicando lo que los tribunales españoles han dictaminado? ¿Por qué ese posible escenario de aislamiento sólo se plantea cuando se habla del euro y la crisis económica? Parafraseando a Groucho Marx: ¿para qué seguir perteneciendo a un club que nos acepta sólo si nuestras víctimas del terrorismo valen lo mismo que una gallina? Seguramente ante la sola amenaza de un desplante los burócratas de Bruselas y Estrasburgo verían la forma de convencer al Tribunal de que existen otras formas de defender los derechos humanos. ¿Se imaginan si el mismo panel de juristas declarase que Francia tiene que readmitir a los inmigrantes expulsados o que Reino Unido tuviese que pedir perdón formal y públicamente por violar los derechos de soberanía de España y Argentina en Gibraltar y Malvinas? Más allá de los despachos, se hace muy difícil entender por qué tenemos que dejar que los terroristas ganen, y disfruten de la libertad y los derechos que arrebataron a otros indiscriminadamente. Shabat Shalom! Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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¿Por qué dejamos ganar al terrorismo?, por Jorge Rozemblum

En estos días el pesar se apoderará de algunas familias en distintas orillas del Mediterráneo. En España, los familiares de los asesinados por ETA asisten y asistirán asombrados e indignados a la excarcelación de terroristas juzgados y condenados por la democracia a miles de años de cárcel, pero que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado que tienen derecho a los mismos beneficios penitenciarios que quien está en prisión por robar una gallina para comer. Más al este, en Israel, las víctimas de otros terroristas llorarán desconsoladas por la liberación de los asesinos de sus familiares a cambio de que los palestinos acepten sentarse a negociar su propio Estado. Parece que tenemos que resignarnos a que el terrorismo quede sin castigo, al menos sin uno acorde al crimen cometido, y a confundir intencionadamente la relación víctima-victimario. Hemos caído en la trampa lingüística de aceptar expresiones como “terrorismo de estado” para naciones democráticas que tratan de defender a sus ciudadanos e instituciones con las herramientas (policía, ejército, servicios de inteligencia, etc.) que la propia sociedad ha erigido a través de su voluntad expresada en las urnas. Hoy día, sin embargo, nos hemos acostumbrado a poner en el mismo lado de la balanza a este tipo de naciones y a aquellas dirigidas desde las armas, la ignorancia y el culto a la personalidad: justamente los países que, a través de sus mecanismo estatales, propician, forman, financian y sustentan la acción de grupos terroristas en el extranjero. ¿Hace falta dar nombres? No pienso llenar esta página con el atlas del auténtico “terrorismo de estado”, sólo con algunos de los más destacados: Irán, Arabia Saudita, Siria, Catar, etc. Añadamos algunos que “se han visto obligados” a congelar o posponer este tipo de “incentivos” externos: Irak, Afganistán, Pakistán, Sudán, Mauritania, Cuba, China, etc. La lista es tan larga que no sorprende que algunos organismos de derechos humanos donde a cada país corresponde un voto consigan mayorías para poner a su frente a la Libia de la época de Gadafi. En cuanto al Tribunal Europeo que derribó la llamada “doctrina Parot” que venía aplicándose a los etarras para evitar su excarcelación, ¿no es razón suficiente para plantearse seriamente salirse de la Unión Europea y seguir aplicando lo que los tribunales españoles han dictaminado? ¿Por qué ese posible escenario de aislamiento sólo se plantea cuando se habla del euro y la crisis económica? Parafraseando a Groucho Marx: ¿para qué seguir perteneciendo a un club que nos acepta sólo si nuestras víctimas del terrorismo valen lo mismo que una gallina? Seguramente ante la sola amenaza de un desplante los burócratas de Bruselas y Estrasburgo verían la forma de convencer al Tribunal de que existen otras formas de defender los derechos humanos. ¿Se imaginan si el mismo panel de juristas declarase que Francia tiene que readmitir a los inmigrantes expulsados o que Reino Unido tuviese que pedir perdón formal y públicamente por violar los derechos de soberanía de España y Argentina en Gibraltar y Malvinas? Más allá de los despachos, se hace muy difícil entender por qué tenemos que dejar que los terroristas ganen, y disfruten de la libertad y los derechos que arrebataron a otros indiscriminadamente. Shabat Shalom! Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Los Simpson y el Nóbel de la Paz, por Jorge Rozemblum

En algún capítulo de la popular serie televisiva de animación “Los Simpson”, el travieso y poco amante del estudio Bart consigue un “suficiente” en un examen, por lo que es efusivamente felicitado por sus padres. A su hermana, la muy aplicada Lisa, a pesar de obtener un “sobresaliente”, nadie la felicita ni tan siquiera presta atención, siendo su logro más destacado. Las razones para la entrega de los Premios Nóbel de la Paz guardan una peligrosa semejanza con dicha injusticia.Por ejemplo, el último de ellos fue otorgado no a un individuo u organización que milite por la paz en el mundo (o, al menos, entre una pequeña parte de éste), sino a un organismo técnico encargado de verificar el cumplimiento de unos acuerdos y, ocasionalmente, de desmantelar un arsenal químico. No es, como decimos, una ONG que presiona a los gobiernos y ejércitos a desprenderse de este armamento de destrucción masiva e indiscriminada, sino un organismo con funcionarios encargados de cumplir una misión, como también lo son  los que controlan el desarrollo de armas atómicas (y que desde hace un decenio no consiguen que Irán les abra sus instalaciones para una verdadera inspección) o, si me apuran, un inspector de Hacienda que, por muy encomiable y desagradecida que sea su profesión, se limita a cumplir unas órdenes decretadas por otros. No se ha premiado al hacedor de la paz, sino a quien lo verifica, seguramente por lo engorroso que sería determinar quién se lleva las medallas del desarme químico en Siria.Muchos apostaban para el premio por Malala Yousafzai, la joven pakistaní que sufrió en sus carnes el desprecio de los talibanes por las mujeres y la educación. Ella era la “Lisa Simpson” de esta historia, la valedora del “sobresaliente” en conducta y aspiraciones de paz. Pero había un inconveniente: sus “enemigos”, los “malos de la película” son musulmanes. Y su fanatismo, desgraciadamente, no está tan alejado de la corriente principal que anima hoy a gran parte de los pueblos que practican esta creencia, al menos en lo que respecta al trato a las mujeres. Significativamente, ningún medio de habla hispana comentó las presiones del “petrodolarizado” lobby árabe (pero, ¿cómo?, ¿no eran los judíos los que tenían “el” todopoderoso lobby?). Una vez más, la opinión pública fue inducida (como si fuéramos los padres de los Simpson) a dejarse encandilar por una labor retribuida y con todas las garantías laborables posibles, frente a la simple voluntad inquebrantable de superación de una joven que paga con su propia salud por sus ideales y pensamientos.No es la primera vez que nos la cuelan. En el 2012 el premio fue a la Unión Europea por su defensa, entre otros, de los derechos humanos, justo cuando los países de mayor tradición democrática del continente expulsan a los gitanos y rechazan ayudar a los náufragos de las pateras. Y todos recordaremos el premio “por adelantado” en 2009 a un recién nombrado presidente Obama, por sus suaves y animosas palabras pronunciadas, por ejemplo, en la Universidad de El Cairo y que encendieron la llama de una Primavera Árabe que nadie sabe cómo apagar ni ponerle cortafuegos contra la barbarie y el caos.La crisis que nos afecta no sólo es económica, es de valores, como lo demuestra una sociedad que premia a quien cumple con un trabajo encomendado y deja de lado a quienes pretenden mejorar el mundo. Algo que nosotros (sin grandes premios más que el de nuestra propia conciencia) desde hace muchos siglos llamamos Tikún Olam.Shabat ShalomJorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Los Simpson y el Nóbel de la Paz, por Jorge Rozemblum

En algún capítulo de la popular serie televisiva de animación “Los Simpson”, el travieso y poco amante del estudio Bart consigue un “suficiente” en un examen, por lo que es efusivamente felicitado por sus padres. A su hermana, la muy aplicada Lisa, a pesar de obtener un “sobresaliente”, nadie la felicita ni tan siquiera presta atención, siendo su logro más destacado. Las razones para la entrega de los Premios Nóbel de la Paz guardan una peligrosa semejanza con dicha injusticia.Por ejemplo, el último de ellos fue otorgado no a un individuo u organización que milite por la paz en el mundo (o, al menos, entre una pequeña parte de éste), sino a un organismo técnico encargado de verificar el cumplimiento de unos acuerdos y, ocasionalmente, de desmantelar un arsenal químico. No es, como decimos, una ONG que presiona a los gobiernos y ejércitos a desprenderse de este armamento de destrucción masiva e indiscriminada, sino un organismo con funcionarios encargados de cumplir una misión, como también lo son  los que controlan el desarrollo de armas atómicas (y que desde hace un decenio no consiguen que Irán les abra sus instalaciones para una verdadera inspección) o, si me apuran, un inspector de Hacienda que, por muy encomiable y desagradecida que sea su profesión, se limita a cumplir unas órdenes decretadas por otros. No se ha premiado al hacedor de la paz, sino a quien lo verifica, seguramente por lo engorroso que sería determinar quién se lleva las medallas del desarme químico en Siria.Muchos apostaban para el premio por Malala Yousafzai, la joven pakistaní que sufrió en sus carnes el desprecio de los talibanes por las mujeres y la educación. Ella era la “Lisa Simpson” de esta historia, la valedora del “sobresaliente” en conducta y aspiraciones de paz. Pero había un inconveniente: sus “enemigos”, los “malos de la película” son musulmanes. Y su fanatismo, desgraciadamente, no está tan alejado de la corriente principal que anima hoy a gran parte de los pueblos que practican esta creencia, al menos en lo que respecta al trato a las mujeres. Significativamente, ningún medio de habla hispana comentó las presiones del “petrodolarizado” lobby árabe (pero, ¿cómo?, ¿no eran los judíos los que tenían “el” todopoderoso lobby?). Una vez más, la opinión pública fue inducida (como si fuéramos los padres de los Simpson) a dejarse encandilar por una labor retribuida y con todas las garantías laborables posibles, frente a la simple voluntad inquebrantable de superación de una joven que paga con su propia salud por sus ideales y pensamientos.No es la primera vez que nos la cuelan. En el 2012 el premio fue a la Unión Europea por su defensa, entre otros, de los derechos humanos, justo cuando los países de mayor tradición democrática del continente expulsan a los gitanos y rechazan ayudar a los náufragos de las pateras. Y todos recordaremos el premio “por adelantado” en 2009 a un recién nombrado presidente Obama, por sus suaves y animosas palabras pronunciadas, por ejemplo, en la Universidad de El Cairo y que encendieron la llama de una Primavera Árabe que nadie sabe cómo apagar ni ponerle cortafuegos contra la barbarie y el caos.La crisis que nos afecta no sólo es económica, es de valores, como lo demuestra una sociedad que premia a quien cumple con un trabajo encomendado y deja de lado a quienes pretenden mejorar el mundo. Algo que nosotros (sin grandes premios más que el de nuestra propia conciencia) desde hace muchos siglos llamamos Tikún Olam.Shabat ShalomJorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Un encuentro entre hermanos, por Rav Moshé Bendahan

A continuación reproducimos las palabras de Rav Moshé Bendahan, presidente del Consejo Rabínico de España y rabino principal de la Comunidad Judía de Madrid en la inauguración del XXII Reunión del Comité Internacional de Enlace Judeo-Católico, el pasado domingo 13 de octubre: Cuando leemos el libro de Génesis (Bereshit) vemos que hay un constante conflicto entre hermanos, como si el diálogo y la fraternidad fueran imposibles de alcanzar. Ya los dos primeros hermanos mantienen una rivalidad, que lleva a Caín a asesinar a su hermano Abel.Posteriormente hay una disputa entre los hijos de Noé. Shem y Yafet por un lado, y Jam por el otro. Los hijos de Abraham no pueden convivir juntos, e Ishmael tiene que abandonar su casa. Esau y Jacob, siguen marcando la línea de rivalidad, y Jacob tiene que huir de su hogar a Jaran. Los hijos de Jacob no soportan a su hermano José y lo venden como esclavo a Egipto. Al final del libro, nos encontramos con un mensaje de esperanza, y por fin vemos una posibilidad de diálogo y hermandad. José es nombrado virrey de Egipto, sus hermanos vienen a comprar alimentos, y llega la reconciliación y la hermandad. Cuando José, retiene a su hermano Benjamín, Juda le dice, yo me quedo rehén, pero que mi hermano pequeño vuelva con su padre y así Juda repara, la expresión de Caín:“Acaso yo soy el guardián de mi hermano”, demostrando que el sí, es el guardián de su hermano. Por otra parte, cuando José trae a sus dos hijos a su padre Jacob para que los bendiga, los colocó a Menashé, el primogénito a la derecha y a Efraím a la izquierda. El padre cruza los brazos para bendecirlos, y coloca su mano derecha sobre la cabeza de Efraím, y en ese momento, Menashé en lugar de rebelarse, y decir yo soy el primogénito, acepta que su hermano tenga más mérito para merecer la primera bendición, y de esta forma, repara el conflicto de primogenitura que leemos a lo largo de todo el Génesis. Preguntaron nuestros Sabios ¿Por qué D-s creó a una sola pareja, Adán y Eva, y no a varias parejas al mismo tiempo? Para enseñarnos, que al descender toda la humanidad de unos mismos padres, todos somos hermanos, y tenemos que aprender a ver a nuestro prójimo como hermano, y no como un extranjero ó como un extraño. Sólo cuando aprendamos a sentir que el prójimo es nuestro hermano, podremos llegar a una relación de fraternidad, hermandad, respeto y tolerancia. Católicos y judíos deben llegar a una relación de armonía y fraternidad, sustentada en los valores éticos y espirituales comunes, que constituyen la base de la Civilización Occidental. Tenemos que seguir los pasos de la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, del 28 de Octubre de 1965, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, donde está escrito: “Además la Iglesia que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos” Le pido a D-s, que nos de su bendición, para que salgamos de este Congreso más unidos y hermanados.

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Un encuentro entre hermanos, por Rav Moshé Bendahan

A continuación reproducimos las palabras de Rav Moshé Bendahan, presidente del Consejo Rabínico de España y rabino principal de la Comunidad Judía de Madrid en la inauguración del XXII Reunión del Comité Internacional de Enlace Judeo-Católico, el pasado domingo 13 de octubre: Cuando leemos el libro de Génesis (Bereshit) vemos que hay un constante conflicto entre hermanos, como si el diálogo y la fraternidad fueran imposibles de alcanzar. Ya los dos primeros hermanos mantienen una rivalidad, que lleva a Caín a asesinar a su hermano Abel.Posteriormente hay una disputa entre los hijos de Noé. Shem y Yafet por un lado, y Jam por el otro. Los hijos de Abraham no pueden convivir juntos, e Ishmael tiene que abandonar su casa. Esau y Jacob, siguen marcando la línea de rivalidad, y Jacob tiene que huir de su hogar a Jaran. Los hijos de Jacob no soportan a su hermano José y lo venden como esclavo a Egipto. Al final del libro, nos encontramos con un mensaje de esperanza, y por fin vemos una posibilidad de diálogo y hermandad. José es nombrado virrey de Egipto, sus hermanos vienen a comprar alimentos, y llega la reconciliación y la hermandad. Cuando José, retiene a su hermano Benjamín, Juda le dice, yo me quedo rehén, pero que mi hermano pequeño vuelva con su padre y así Juda repara, la expresión de Caín:“Acaso yo soy el guardián de mi hermano”, demostrando que el sí, es el guardián de su hermano. Por otra parte, cuando José trae a sus dos hijos a su padre Jacob para que los bendiga, los colocó a Menashé, el primogénito a la derecha y a Efraím a la izquierda. El padre cruza los brazos para bendecirlos, y coloca su mano derecha sobre la cabeza de Efraím, y en ese momento, Menashé en lugar de rebelarse, y decir yo soy el primogénito, acepta que su hermano tenga más mérito para merecer la primera bendición, y de esta forma, repara el conflicto de primogenitura que leemos a lo largo de todo el Génesis. Preguntaron nuestros Sabios ¿Por qué D-s creó a una sola pareja, Adán y Eva, y no a varias parejas al mismo tiempo? Para enseñarnos, que al descender toda la humanidad de unos mismos padres, todos somos hermanos, y tenemos que aprender a ver a nuestro prójimo como hermano, y no como un extranjero ó como un extraño. Sólo cuando aprendamos a sentir que el prójimo es nuestro hermano, podremos llegar a una relación de fraternidad, hermandad, respeto y tolerancia. Católicos y judíos deben llegar a una relación de armonía y fraternidad, sustentada en los valores éticos y espirituales comunes, que constituyen la base de la Civilización Occidental. Tenemos que seguir los pasos de la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, del 28 de Octubre de 1965, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, donde está escrito: “Además la Iglesia que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos” Le pido a D-s, que nos de su bendición, para que salgamos de este Congreso más unidos y hermanados.

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Desafíos para la fe en las sociedades contemporáneas, por Isaac Querub

A continuación reproducimos las palabras de nuestro presidente  Isaac Querub en la inauguración del XXII Reunión del Comité Internacional de Enlace Judeo-Católico, el pasado domingo 13 de octubre: Cardinal Koch, Chairman of the Holy See´s Commission, Mrs Betty Ehrenberg, Chair of the International Jewish Committee for Interreligious Consultations, Cardenal Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal de España, Rabbi Moshe Bendahan, Presidente del Consejo Rabinico de España, D. Angel Llorente, Director General de Cooperación Juridica Internacional y Cooperación con las Confesiones, Presidente de la Comunidad Judia de Madrid, Embajadores, Autoridades Religiosas, Directores, Señoras, Señores, “En nuestro tiempo” -en expresión latina Nostra Aetate– fue el más breve de los documentos del Concilio Vaticano II. Muy esperado por los representantes de las distintas religiones, la Declaración Nostra Aetate no pretendió recoger todas las dimensiones de la visión católica sobre las religiones no cristianas ni sobre el judaísmo; su intención fue más bien subrayar algunos aspectos comunes que invitaban a la mutua colaboración. El texto de la Nostra Aetate es actual, a pesar de que nos acercamos poco a poco a su cincuenta aniversario. El tiempo transcurrido desde que fuera aprobada por los padres conciliares en 1965 no lo ha envejecido. Es una concisa y honda declaración del rico patrimonio espiritual que constituye las raíces comunes entre el judaísmo y el cristianismo, imbuida de la afirmación fundamental de la Biblia sobre la naturaleza del hombre, que manifiesta que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Idea que implica no sólo el concepto de igualdad de los hombres como criaturas de Dios, y su corolario del rechazo a la discriminación entre los hombres y entre los pueblos (como es toda forma de antisemitismo), sino la convicción humanística central de que todo hombre lleva en sí mismo a toda la humanidad. Sobre la semejanza en su creación con Dios, al hombre le correspondería adquirir y practicar las principales cualidades que caracterizan a Dios: justicia y amor (rajamim en hebreo bíblico). Es en este punto en el que radica la esencia compartida de ambas religiones, que confluyen en la conclusión de la existencia de un Dios padre de la creación y la sacralidad de la vida humana. Este núcleo común cimienta el solidísimo vínculo entre judaísmo y cristianismo, al que la Declaración Nostra Aetate se refirió como “un vínculo por el que el pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la estirpe de Abraham”. Evidenciando al mismo tiempo que la profunda fractura entre ambas religiones a lo largo de la historia, hasta el punto de llegar a una mutua incomprensión, ha estado caracterizada muy a menudo por una ignorancia mutua, y por ello, imponiendo el deber de una mejor comprensión recíproca y de una renovada estima mutua. Finalmente, Nostra Aetate repudia oficialmente el error histórico del llamado deicidio: Nunca más se acusara a los judíos de la muerte de Cristo. Este espíritu de comprensión recíproca y renovada estima lo hacemos nuestro las Comunidades Judías de España. Lo hemos hecho siempre que hemos podido. Quiero recordar aquí, por su cercanía en el tiempo, nuestro respaldo activo a las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel y la Jornada Mundial de la Juventud, que implicó la presencia en España de Su Santidad Benedicto XVI en 2011. También nuestra frecuente colaboración en iniciativas más cotidianas -junto con el Centro de Estudios Judeo-Cristianos- como la participación en actos de culto en diversas Parroquias, o en actos académicos impulsados por Universidades Católicas –como la de Ávila, o la de Murcia-, por citar sólo algunos ejemplos. Pero además, los judíos –desde Jerusalén a Madrid pasando por Nueva York- nos rebelamos ante la persecución de las minorías cristianas en Pakistán, Egipto, Irak, Nigeria o Sudán. En respuesta al silencio del mundo ante ese oprobio son muchos los judíos del mundo entero que han alzado su voz –y hoy lo hago yo también aquí- en defensa de los derechos de esas minorías cristianas. Porque los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio es un delito de omisión ante los actos de opresión o asesinato. Y no queremos ser indiferentes ante el sufrimiento de los cristianos ni de nadie. Sabemos muy bien que la Iglesia ha tenido también gestos de proximidad al mundo judío. No me corresponde a mí mencionar los hitos pasados de esa relación judeo-cristiana. Pero sí quiero destacar la creación en 1972, por el entonces Arzobispo de Madrid Monseñor Tarancón, del Centro de Estudios Judeo–Cristiano. Y los signos –enormemente representativos- de Sus Santidades Juan Pablo II y Benedicto XVI, con sus declaraciones, y visitas a las Sinagogas de Roma, Colonia y Nueva York o sus viajes al Estado de Israel y oraciones en el Muro occidental de Jerusalén o Yad Vashem.  Son signos que se han producido en un pasado reciente, y que apuntan hacia esa idea de una mejor comprensión recíproca y una renovada estima mutua. Signos que hago votos para que continúen en el futuro con mayor ímpetu, gracias al nuevo impulso del Papa Francisco. Eminencias, Rabbí, Presidenta, Señoras, Señores, Judaísmo y cristianismo, con plena conciencia de los vínculos que las unen, quieren ser reconocidas y respetadas por su propia identidad, fuera de todo sincretismo y de toda apropiación equívoca. No estoy, por lo tanto, hablando de negar nuestra esencia, ni siquiera de caer en la imprecisión, mucho menos en la mediocridad en materia doctrinal, que causarían grave daño al diálogo judeo-cristiano. Estoy hablando de sumar, a través de la concreción de nuestra voluntad, dirigida al aprecio mutuo y enterrar definitivamente la enseñanza del desprecio. Nuestros retos son comunes. Nuestras convicciones son comunes. ¿Por qué nuestra acción no debería serlo? Hagamos que nuestras acciones sean comunes. Esto es, trabajemos juntos.    Trabajemos juntos destacando nuestro patrimonio espiritual común.    Eminencia, Cardenal Rouco Varela, nuestra Sinagoga está abierta. Nada nos satisfaría más que vuestra presencia en nuestro lugar sagrado de oración, donde se guarda la Torá, que es sagrada escritura para judíos y cristianos. Nuestro templo se abre a su

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Desafíos para la fe en las sociedades contemporáneas, por Isaac Querub

A continuación reproducimos las palabras de nuestro presidente  Isaac Querub en la inauguración del XXII Reunión del Comité Internacional de Enlace Judeo-Católico, el pasado domingo 13 de octubre: Cardinal Koch, Chairman of the Holy See´s Commission, Mrs Betty Ehrenberg, Chair of the International Jewish Committee for Interreligious Consultations, Cardenal Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal de España, Rabbi Moshe Bendahan, Presidente del Consejo Rabinico de España, D. Angel Llorente, Director General de Cooperación Juridica Internacional y Cooperación con las Confesiones, Presidente de la Comunidad Judia de Madrid, Embajadores, Autoridades Religiosas, Directores, Señoras, Señores, “En nuestro tiempo” -en expresión latina Nostra Aetate– fue el más breve de los documentos del Concilio Vaticano II. Muy esperado por los representantes de las distintas religiones, la Declaración Nostra Aetate no pretendió recoger todas las dimensiones de la visión católica sobre las religiones no cristianas ni sobre el judaísmo; su intención fue más bien subrayar algunos aspectos comunes que invitaban a la mutua colaboración. El texto de la Nostra Aetate es actual, a pesar de que nos acercamos poco a poco a su cincuenta aniversario. El tiempo transcurrido desde que fuera aprobada por los padres conciliares en 1965 no lo ha envejecido. Es una concisa y honda declaración del rico patrimonio espiritual que constituye las raíces comunes entre el judaísmo y el cristianismo, imbuida de la afirmación fundamental de la Biblia sobre la naturaleza del hombre, que manifiesta que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Idea que implica no sólo el concepto de igualdad de los hombres como criaturas de Dios, y su corolario del rechazo a la discriminación entre los hombres y entre los pueblos (como es toda forma de antisemitismo), sino la convicción humanística central de que todo hombre lleva en sí mismo a toda la humanidad. Sobre la semejanza en su creación con Dios, al hombre le correspondería adquirir y practicar las principales cualidades que caracterizan a Dios: justicia y amor (rajamim en hebreo bíblico). Es en este punto en el que radica la esencia compartida de ambas religiones, que confluyen en la conclusión de la existencia de un Dios padre de la creación y la sacralidad de la vida humana. Este núcleo común cimienta el solidísimo vínculo entre judaísmo y cristianismo, al que la Declaración Nostra Aetate se refirió como “un vínculo por el que el pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la estirpe de Abraham”. Evidenciando al mismo tiempo que la profunda fractura entre ambas religiones a lo largo de la historia, hasta el punto de llegar a una mutua incomprensión, ha estado caracterizada muy a menudo por una ignorancia mutua, y por ello, imponiendo el deber de una mejor comprensión recíproca y de una renovada estima mutua. Finalmente, Nostra Aetate repudia oficialmente el error histórico del llamado deicidio: Nunca más se acusara a los judíos de la muerte de Cristo. Este espíritu de comprensión recíproca y renovada estima lo hacemos nuestro las Comunidades Judías de España. Lo hemos hecho siempre que hemos podido. Quiero recordar aquí, por su cercanía en el tiempo, nuestro respaldo activo a las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel y la Jornada Mundial de la Juventud, que implicó la presencia en España de Su Santidad Benedicto XVI en 2011. También nuestra frecuente colaboración en iniciativas más cotidianas -junto con el Centro de Estudios Judeo-Cristianos- como la participación en actos de culto en diversas Parroquias, o en actos académicos impulsados por Universidades Católicas –como la de Ávila, o la de Murcia-, por citar sólo algunos ejemplos. Pero además, los judíos –desde Jerusalén a Madrid pasando por Nueva York- nos rebelamos ante la persecución de las minorías cristianas en Pakistán, Egipto, Irak, Nigeria o Sudán. En respuesta al silencio del mundo ante ese oprobio son muchos los judíos del mundo entero que han alzado su voz –y hoy lo hago yo también aquí- en defensa de los derechos de esas minorías cristianas. Porque los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio es un delito de omisión ante los actos de opresión o asesinato. Y no queremos ser indiferentes ante el sufrimiento de los cristianos ni de nadie. Sabemos muy bien que la Iglesia ha tenido también gestos de proximidad al mundo judío. No me corresponde a mí mencionar los hitos pasados de esa relación judeo-cristiana. Pero sí quiero destacar la creación en 1972, por el entonces Arzobispo de Madrid Monseñor Tarancón, del Centro de Estudios Judeo–Cristiano. Y los signos –enormemente representativos- de Sus Santidades Juan Pablo II y Benedicto XVI, con sus declaraciones, y visitas a las Sinagogas de Roma, Colonia y Nueva York o sus viajes al Estado de Israel y oraciones en el Muro occidental de Jerusalén o Yad Vashem.  Son signos que se han producido en un pasado reciente, y que apuntan hacia esa idea de una mejor comprensión recíproca y una renovada estima mutua. Signos que hago votos para que continúen en el futuro con mayor ímpetu, gracias al nuevo impulso del Papa Francisco. Eminencias, Rabbí, Presidenta, Señoras, Señores, Judaísmo y cristianismo, con plena conciencia de los vínculos que las unen, quieren ser reconocidas y respetadas por su propia identidad, fuera de todo sincretismo y de toda apropiación equívoca. No estoy, por lo tanto, hablando de negar nuestra esencia, ni siquiera de caer en la imprecisión, mucho menos en la mediocridad en materia doctrinal, que causarían grave daño al diálogo judeo-cristiano. Estoy hablando de sumar, a través de la concreción de nuestra voluntad, dirigida al aprecio mutuo y enterrar definitivamente la enseñanza del desprecio. Nuestros retos son comunes. Nuestras convicciones son comunes. ¿Por qué nuestra acción no debería serlo? Hagamos que nuestras acciones sean comunes. Esto es, trabajemos juntos.    Trabajemos juntos destacando nuestro patrimonio espiritual común.    Eminencia, Cardenal Rouco Varela, nuestra Sinagoga está abierta. Nada nos satisfaría más que vuestra presencia en nuestro lugar sagrado de oración, donde se guarda la Torá, que es sagrada escritura para judíos y cristianos. Nuestro templo se abre a su

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¡Dibuja tu propio mapa de Oriente Próximo!, por Jorge Rozemblum

Si uno mira un mapamundi de hace tan sólo un siglo, descubrirá que las fronteras de grandes zonas del mundo eran muy distintas, especialmente en el continente africano (dividido en distintas porciones como colonias de sendas naciones europeas) y lo que conocemos como Oriente Próximo (unificado dentro del vasto imperio otomano dirigido desde Estambul). La desintegración de este último tras su derrota en la Primera Guerra Mundial dio lugar a una parcelación en países sin casi ninguna referencia a la historia o unidad étnica de los mismos.Así, en 1917, las naciones triunfantes (Inglaterra y Francia) se repartieron el territorio, creando nuevos países en respuesta a las alianzas tribales que encontraron en la zona. Por ejemplo, a la familia o clan de los Saúd se les entregó un país (Arabia) que no tuvieron ningún reparo en apellidarlo como ellos mismos: Arabia Saudita. Más recato tuvieron la familia Hachemi cuando en 1922 los británicos les regalaron el país que bautizaron Transjordania (es decir, las tierras al este del Jordán) y que esquilmó el 77% del territorio de Palestina que Londres había prometido en una declaración propia en 1918 para servir como Hogar Nacional a los judíos del mundo.  Luego repitieron el reparto de dividendos en Catar, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Kuwait, especialmente cuando la inválida arena del desierto se descubrió como hogar del preciado oro negro.Finalmente, y tras la vergüenza de su inacción durante el Holocausto, el Reino Unido propició una nueva partición de lo que quedaba de la Palestina bajo su mandato para crear dos nuevos países, y nuevamente a los judíos le correspondió la parte más pequeña y de peores condiciones climáticas y económicas. Los judíos bailaron en las calles festejándolo. Los árabes se negaron y declararon la guerra. Mientras, en la frontera norte, franceses y británicos también intentaron crear un espacio para los árabes cristianos llamado Líbano.Ante tal arbitrariedad de fronteras y dado el revuelo en que se encuentra la zona, propongo un ejercicio de creatividad: redibujar el Oriente Próximo. Sirva de mero ejemplo mi propuesta. Primero, intentaré respetar las naciones históricas. Rebautizaríamos a Irán como Persia (o Chiilandia, si así lo prefieren), aparte del mundo árabe al que no pertenece, como Turquía. De la mayor parte de lo que hoy día son Irak y Siria nacería Mesopotamia (o Babilonia, si les gusta más), pero con un nuevo país ocupando el norte, incluyendo también parte de la Turquía actual: Kurdistán (de religión no musulmana). En cuanto al Líbano, por fin podría independizarse del acoso de su vecino y ocupante musulmán, para convertirse en verdadera patria de los árabes cristianos, a los que propongo que formasen una confederación con Israel, que recordaría a la que hace milenios forjaron los judíos con sus vecinos, y que con toda lógica propongo que recuperen el nombre de Fenicia.En cuanto al resto, básicamente arena y petróleo, lo mejor sería unificarlo en una gran Arabia (que incluiría como Arabia del Norte gran parte de la Jordania oriental y a Yemen como Arabia del Sur, aparte de la Arabia de los Saúd en el Centro). Probablemente, los pequeños países productores de petróleo querrían mantener cierta autonomía como “Estados Unidos de Petrolia” o algo así, hasta que se les acabe el chollo en unas décadas.Los niños del mundo nos estarían agradecidos cuando tuvieran que calcar mapas y recordar capitales. Los árabes lograrían volver a estar unidos como sólo lo han estado bajo la fuerza de conquistadores e imperios ocupantes como los mamelucos, marcando sus propias diferencias culturales con turcos, persas, kurdos, judíos y cristianos. Está claro que muchos criticarán esta propuesta como algo fruto de un simple juego, pero resulta en muchos sentidos más lógico y justo que lo que se dibujó hace menos de un siglo desde unos despachos de Londres y París. Y sin “borrar” a nadie del mapa, como muchos pretenden con Israel desde su renacimiento.Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio SefaradPulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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¡Dibuja tu propio mapa de Oriente Próximo!, por Jorge Rozemblum

Si uno mira un mapamundi de hace tan sólo un siglo, descubrirá que las fronteras de grandes zonas del mundo eran muy distintas, especialmente en el continente africano (dividido en distintas porciones como colonias de sendas naciones europeas) y lo que conocemos como Oriente Próximo (unificado dentro del vasto imperio otomano dirigido desde Estambul). La desintegración de este último tras su derrota en la Primera Guerra Mundial dio lugar a una parcelación en países sin casi ninguna referencia a la historia o unidad étnica de los mismos.Así, en 1917, las naciones triunfantes (Inglaterra y Francia) se repartieron el territorio, creando nuevos países en respuesta a las alianzas tribales que encontraron en la zona. Por ejemplo, a la familia o clan de los Saúd se les entregó un país (Arabia) que no tuvieron ningún reparo en apellidarlo como ellos mismos: Arabia Saudita. Más recato tuvieron la familia Hachemi cuando en 1922 los británicos les regalaron el país que bautizaron Transjordania (es decir, las tierras al este del Jordán) y que esquilmó el 77% del territorio de Palestina que Londres había prometido en una declaración propia en 1918 para servir como Hogar Nacional a los judíos del mundo.  Luego repitieron el reparto de dividendos en Catar, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Kuwait, especialmente cuando la inválida arena del desierto se descubrió como hogar del preciado oro negro.Finalmente, y tras la vergüenza de su inacción durante el Holocausto, el Reino Unido propició una nueva partición de lo que quedaba de la Palestina bajo su mandato para crear dos nuevos países, y nuevamente a los judíos le correspondió la parte más pequeña y de peores condiciones climáticas y económicas. Los judíos bailaron en las calles festejándolo. Los árabes se negaron y declararon la guerra. Mientras, en la frontera norte, franceses y británicos también intentaron crear un espacio para los árabes cristianos llamado Líbano.Ante tal arbitrariedad de fronteras y dado el revuelo en que se encuentra la zona, propongo un ejercicio de creatividad: redibujar el Oriente Próximo. Sirva de mero ejemplo mi propuesta. Primero, intentaré respetar las naciones históricas. Rebautizaríamos a Irán como Persia (o Chiilandia, si así lo prefieren), aparte del mundo árabe al que no pertenece, como Turquía. De la mayor parte de lo que hoy día son Irak y Siria nacería Mesopotamia (o Babilonia, si les gusta más), pero con un nuevo país ocupando el norte, incluyendo también parte de la Turquía actual: Kurdistán (de religión no musulmana). En cuanto al Líbano, por fin podría independizarse del acoso de su vecino y ocupante musulmán, para convertirse en verdadera patria de los árabes cristianos, a los que propongo que formasen una confederación con Israel, que recordaría a la que hace milenios forjaron los judíos con sus vecinos, y que con toda lógica propongo que recuperen el nombre de Fenicia.En cuanto al resto, básicamente arena y petróleo, lo mejor sería unificarlo en una gran Arabia (que incluiría como Arabia del Norte gran parte de la Jordania oriental y a Yemen como Arabia del Sur, aparte de la Arabia de los Saúd en el Centro). Probablemente, los pequeños países productores de petróleo querrían mantener cierta autonomía como “Estados Unidos de Petrolia” o algo así, hasta que se les acabe el chollo en unas décadas.Los niños del mundo nos estarían agradecidos cuando tuvieran que calcar mapas y recordar capitales. Los árabes lograrían volver a estar unidos como sólo lo han estado bajo la fuerza de conquistadores e imperios ocupantes como los mamelucos, marcando sus propias diferencias culturales con turcos, persas, kurdos, judíos y cristianos. Está claro que muchos criticarán esta propuesta como algo fruto de un simple juego, pero resulta en muchos sentidos más lógico y justo que lo que se dibujó hace menos de un siglo desde unos despachos de Londres y París. Y sin “borrar” a nadie del mapa, como muchos pretenden con Israel desde su renacimiento.Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio SefaradPulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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