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Navidades judías, por Jorge Rozemblum

Hace poco, una localidad de España, haciendo gala de su ignorancia y su interés por promocionar el turismo, anunciaba por Janucá “un mercadillo navideño judío”. Dejemos claro, de una vez por todas, que ni Janucá es la “Navidad” judía (aunque a veces coincida en el calendario), ni los judíos celebramos de manera alguna el nacimiento y vida de Jesús, aunque los cristianos sí que toman muchas de nuestras celebraciones y preceptos como base de las suyas.Por ejemplo, no todo el mundo parece consciente de que el inicio de su cuenta anual el 1 de enero estuviera señalado (hasta la reforma del calendario en 1967) como la “circuncisión del Señor”. O sea que (ateniéndonos a la definición que de este ritual dio la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en el último mes de octubre) los años contaban a partir de la “mutilación genital” y la “violación de la integridad física” de aquel al que la mayoría de los habitantes del continente representado por el Consejo dirigen sus rezos.Otra paradoja: este ritual se practica en el octavo día del recién nacido judío (tal como se establece en el libro bíblico del Génesis 17, 9-14). Pero si la Navidad se celebra el 25 de diciembre, no salen las cuentas: sólo hay 7 días hasta el 1 de enero. La solución: pensar en días judíos, es decir que el día cambia no a medianoche, sino con la aparición en el cielo de la tercera estrella visible al atardecer. Según la cuenta, Jesús debió ser circuncidado a partir del anochecer del día 1 de enero (que para los judíos, incluidos los padres de Jesús, ya era el día 2). O sea que las campanadas, los petardos, las uvas y el champán tendrían que trasladarse a eso de las 17:40 de la tarde (en Madrid; consulte para otras situaciones geográficas) del actual 1 de enero.En el siglo IV los papas decretaron el 25 de diciembre como fecha de la Navidad para facilitar que los romanos se convirtiesen al cristianismo sin que tuvieran que abandonar sus festividades paganas más queridas, como las celebraciones de Saturno durante el solsticio de invierno. A la vista del reciente temporal de nieve y lluvia en Israel y sus alrededores, es difícil imaginar que dichas fechas coincidieran con el relato del nacimiento en Belén.Y un último apunte navideño que esperamos alguna vez se corrija por su carga ideológica: todos los libros de la asignatura de Religión en España mencionan errónea y anacrónicamente el lugar de la vida y obra de Jesús como “Palestina”, cuando este nombre no se inventa hasta un siglo más tarde (en el año 132 de la Era Común) como castigo del imperio romano por las continuas rebeliones de los habitantes del reino de Judea o Judá (los judíos) y su obstinación por seguir fieles a su fe y preceptos, como el de celebrar cada viernes por la noche la llegada del día de descanso.Shabat Shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Beber de la misma copa que tu enemigo, por Jorge Rozemblum

Los que siguen estos editoriales saben que su tono general suele ser crítico y, muchas veces, pesimista. Sin embargo, el anuncio de esta semana del acuerdo entre Israel, Jordania y la Autoridad Palestina para la salvación del Mar Muerto y teñir de verde los áridos desiertos cercanos a la Aravá, es una maravillosa noticia para toda la zona.Esta vez hay fundadas razones para el optimismo ya que, en medio de una guerra mediática de declaraciones sobre el estancamiento de las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos, ambas partes fueron capaces, junto a Jordania (con quien el estado judío lleva firmado un acuerdo de paz hace 19 años, los mismos que transcurrieron de ocupación jordana del territorio de Cisjordania entre 1948 y 1967), de poner la rúbrica en un proyecto que, como la misma paz, beneficia a todos. Un paso mirando al futuro, en lugar de los habituales traumas heredados del pasado.Este acueducto (que discurrirá del lado jordano de la frontera) salvará de una muerte anunciada al mar que paradójicamente lleva su mortal apellido. Es un acto que conjuga armoniosamente ecología y economía, y que potenciará la tecnología de desalinización, tan necesaria en tiempos en que el agua se erige cada vez más como uno de los recursos más importantes para el desarrollo. Por el lado palestino los beneficios serán incluso mayores, ya que dispondrán de grandes caudales de agua dulce directamente del lago Tiberíades, hasta ahora reservadas por ser (a través del río Jordán) único afluente para evitar el secado definitivo del mar interior.Pese a su trágico nombre, el Mar Muerto se convertirá en modelo de regeneración, sin perder sus características y potencial económico (industrias químicas, cosméticas y turismo). Su situación en el valle más profundo del mundo en lugar de convertirlo en un pozo de desesperanza, lo hace justamente energéticamente viable gracias al desnivel, aprovechable para generar energías limpias que se usarán para convertir las aguas marinas en potables y aptas para su uso en agricultura y el consumo humano.Pero lo más importante (más allá de la prosperidad, de revertir la desertización o de los avances tecnológicos) es que es una demostración palpable de que es posible hablar y ponerse de acuerdo. Como dijo el presidente israelí Peres recientemente, tenemos la obligación moral de transformar a nuestros enemigos en nuestros amigos. Un buen paso para hacerlo es beber juntos de la misma agua, casi como en una boda judía, cuando los que van a convivir sellan su pacto bebiendo de la misma copa.Brindemos por la vida (Lejaim!) con su fuente y origen: el agua.Shabat Shalom. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Janucá y los milagros judíos, por Jorge Rozemblum

El teatro y el cine nos han malacostumbrado a los finales armónicos y generalmente felices, gracias a milagrosas coincidencias y soluciones abruptas ex machina, como un ángel u otro emisario divino descendiendo de los cielos para obrar maravillas. Sin embargo, los milagros de la tradición judía son muy distintos y particulares, como el que rememoramos estos próximos días de Janucá.En esta fiesta recordamos no un milagro sino un “gran milagro” (nes gadol, en hebreo). Pero sorprendentemente no es algo espectacular (probablemente sea el único milagro religioso que nunca ha sido llevado al cine): una misma cantidad de aceite tarda ocho veces más en consumirse. Por el contrario, la Torá no llama milagro a la separación de las aguas del Mar Rojo cuando los israelitas huyen del Egipto faraónico, del mismo modo que no atribuimos un carácter milagroso a la creación del mundo o el ser humano, ya que son producto de la intervención divina, más allá de las leyes de la naturaleza por definición.Sin embargo, el milagro de Janucá (literalmente, la inauguración o, mejor, la re-purificación del Templo de Jerusalén después de haber sido profanado con ídolos paganos griegos) es obra del propio pueblo judío, que se alzó liderado por los macabeos para recuperar una independencia perdida siglos atrás, combinando decisión y fe. Así se obtienen resultados insólitos que desafían la lógica, aunque no atentan contra la naturaleza, sino que explican cómo actúa en casos extremos.No estamos hablando, por supuesto, de milagros sobrenaturales como la resurrección de los niños palestinos asesinados (Mohamed Al Durah) frente a las cámaras de los reporteros (la traslación del mundo mágico de Hollywood a la guerra mediática conocida como “Pallywood”) o, ya en un plano mucho más prosaico, de los milagros del Photoshop. Pero Janucá no es el único milagro judío.Milagroso es el empeño de un pueblo asesinado y deshumanizado hasta límites nunca antes alcanzados de levantar la cabeza y reconstruirse física y espiritualmente después del Holocausto. Milagroso es que una tierra desertizada y abandonada reverdezca y multiplique sus habitantes por 130 en 150 años. Milagroso es que durante al menos tres mil años un pequeño pueblo haya sobrevivido a las grandes civilizaciones que hoy ilustran los libros de historia pero que han desaparecido como tales: de los antiguos egipcios a los romanos, pasando por los antiguos griegos que coprotagonizan la historia de Janucá.Con este bagaje, habrá quien piense que es normal que seamos raros. Yo me inclino a creer que lo milagroso es que seamos normales.Shabat Shalom y Jag Janucá Sameaj (por adelantado) Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Janucá y los milagros judíos, por Jorge Rozemblum

El teatro y el cine nos han malacostumbrado a los finales armónicos y generalmente felices, gracias a milagrosas coincidencias y soluciones abruptas ex machina, como un ángel u otro emisario divino descendiendo de los cielos para obrar maravillas. Sin embargo, los milagros de la tradición judía son muy distintos y particulares, como el que rememoramos estos próximos días de Janucá.En esta fiesta recordamos no un milagro sino un “gran milagro” (nes gadol, en hebreo). Pero sorprendentemente no es algo espectacular (probablemente sea el único milagro religioso que nunca ha sido llevado al cine): una misma cantidad de aceite tarda ocho veces más en consumirse. Por el contrario, la Torá no llama milagro a la separación de las aguas del Mar Rojo cuando los israelitas huyen del Egipto faraónico, del mismo modo que no atribuimos un carácter milagroso a la creación del mundo o el ser humano, ya que son producto de la intervención divina, más allá de las leyes de la naturaleza por definición.Sin embargo, el milagro de Janucá (literalmente, la inauguración o, mejor, la re-purificación del Templo de Jerusalén después de haber sido profanado con ídolos paganos griegos) es obra del propio pueblo judío, que se alzó liderado por los macabeos para recuperar una independencia perdida siglos atrás, combinando decisión y fe. Así se obtienen resultados insólitos que desafían la lógica, aunque no atentan contra la naturaleza, sino que explican cómo actúa en casos extremos.No estamos hablando, por supuesto, de milagros sobrenaturales como la resurrección de los niños palestinos asesinados (Mohamed Al Durah) frente a las cámaras de los reporteros (la traslación del mundo mágico de Hollywood a la guerra mediática conocida como “Pallywood”) o, ya en un plano mucho más prosaico, de los milagros del Photoshop. Pero Janucá no es el único milagro judío.Milagroso es el empeño de un pueblo asesinado y deshumanizado hasta límites nunca antes alcanzados de levantar la cabeza y reconstruirse física y espiritualmente después del Holocausto. Milagroso es que una tierra desertizada y abandonada reverdezca y multiplique sus habitantes por 130 en 150 años. Milagroso es que durante al menos tres mil años un pequeño pueblo haya sobrevivido a las grandes civilizaciones que hoy ilustran los libros de historia pero que han desaparecido como tales: de los antiguos egipcios a los romanos, pasando por los antiguos griegos que coprotagonizan la historia de Janucá.Con este bagaje, habrá quien piense que es normal que seamos raros. Yo me inclino a creer que lo milagroso es que seamos normales.Shabat Shalom y Jag Janucá Sameaj (por adelantado) Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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¡Apadrine un terrorista palestino!, por Jorge Rozemblum

De todos es sabido que una partida de los presupuestos de España se destina a ayudar económicamente a la Autoridad Nacional Palestina. Lo asombroso del caso es que los propios funcionarios que la gestionan desconocen a qué se destinan esas generosas donaciones: por ejemplo, a pagar “sueldos” de casi dos mil dólares al mes a asesinos terroristas, juzgados y encarcelados.Esta situación es bien conocida para Israel e incluso para los periodistas de la prensa española instalados cómodamente en el “frente de guerra” de Tel-Aviv, aunque en vez de contarla prefieren hablar de las penurias de los palestinos y cuánto sufren los recortes de presupuestos de ayuda exterior de nuestro país, que han llevado a drásticas reducciones, de 120 millones de euros anuales en 2009 a sólo 17 actualmente. Por comparación, para la ayuda a todas las catástrofes naturales como la que acaba de asolar Filipinas, el presupuesto anual es prácticamente el mismo.Pero lo realmente indignante no son las cantidades, sino a qué se destinan. La Autoridad Nacional Palestina ha promulgado una “ley del prisionero” (incluso tienen un ministro dedicado exclusivamente a estas labores) que reparte el botín entre los reclusos según la pena a la que están condenados: a mayor condena, mayor retribución. Pero no piensen que el dinero de nuestro avance científico o nuestras pensiones se despilfarra: sólo tienen derecho a esta “prestación social” aquellos detenidos por crímenes de sangre contra Israel: ni ladrones ni rateros comunes. Es un privilegio exclusivo de los terroristas.La ecuación es la siguiente: cuantas más víctimas produce un acto terrorista, mayor la condena de los tribunales israelíes y, consecuentemente, mayor el salario que les pagamos (perdonen que use la primera persona del plural, pero es que sale de NUESTROS bolsillos). Tarifas del rativ (que así se llama en árabe este subsidio a la muerte): de uno a tres años, casi 400 dólares al mes; de tres a cinco años, 560 mensuales (más que un salario medio por trabajar de verdad en Cisjordania); si le caen de 10 a 15 primaveras, se puede mandar a la familia de vacaciones al extranjero (¿a España?), ya que se cobran 1.690 dólares al mes; y si eres de la élite de los que cometieron los actos más cruentos contra civiles, te tocan casi dos mil. A ello hay que sumar una “beca” especial del presidente Abbás a los prisioneros que se afilian a su partido y que por ello perciben además cada mes 238 dólares, más otros 71 si están casados y 12 más por cada hijo.Al menos, la Autoridad Nacional Palestina podría tener el detalle de mandarnos una foto y una cartita del terrorista al que estamos apadrinando para poner en la mesita del salón, junto a la orden de desahucio del banco.Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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¡Apadrine un terrorista palestino!, por Jorge Rozemblum

De todos es sabido que una partida de los presupuestos de España se destina a ayudar económicamente a la Autoridad Nacional Palestina. Lo asombroso del caso es que los propios funcionarios que la gestionan desconocen a qué se destinan esas generosas donaciones: por ejemplo, a pagar “sueldos” de casi dos mil dólares al mes a asesinos terroristas, juzgados y encarcelados.Esta situación es bien conocida para Israel e incluso para los periodistas de la prensa española instalados cómodamente en el “frente de guerra” de Tel-Aviv, aunque en vez de contarla prefieren hablar de las penurias de los palestinos y cuánto sufren los recortes de presupuestos de ayuda exterior de nuestro país, que han llevado a drásticas reducciones, de 120 millones de euros anuales en 2009 a sólo 17 actualmente. Por comparación, para la ayuda a todas las catástrofes naturales como la que acaba de asolar Filipinas, el presupuesto anual es prácticamente el mismo.Pero lo realmente indignante no son las cantidades, sino a qué se destinan. La Autoridad Nacional Palestina ha promulgado una “ley del prisionero” (incluso tienen un ministro dedicado exclusivamente a estas labores) que reparte el botín entre los reclusos según la pena a la que están condenados: a mayor condena, mayor retribución. Pero no piensen que el dinero de nuestro avance científico o nuestras pensiones se despilfarra: sólo tienen derecho a esta “prestación social” aquellos detenidos por crímenes de sangre contra Israel: ni ladrones ni rateros comunes. Es un privilegio exclusivo de los terroristas.La ecuación es la siguiente: cuantas más víctimas produce un acto terrorista, mayor la condena de los tribunales israelíes y, consecuentemente, mayor el salario que les pagamos (perdonen que use la primera persona del plural, pero es que sale de NUESTROS bolsillos). Tarifas del rativ (que así se llama en árabe este subsidio a la muerte): de uno a tres años, casi 400 dólares al mes; de tres a cinco años, 560 mensuales (más que un salario medio por trabajar de verdad en Cisjordania); si le caen de 10 a 15 primaveras, se puede mandar a la familia de vacaciones al extranjero (¿a España?), ya que se cobran 1.690 dólares al mes; y si eres de la élite de los que cometieron los actos más cruentos contra civiles, te tocan casi dos mil. A ello hay que sumar una “beca” especial del presidente Abbás a los prisioneros que se afilian a su partido y que por ello perciben además cada mes 238 dólares, más otros 71 si están casados y 12 más por cada hijo.Al menos, la Autoridad Nacional Palestina podría tener el detalle de mandarnos una foto y una cartita del terrorista al que estamos apadrinando para poner en la mesita del salón, junto a la orden de desahucio del banco.Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Muerte Honoris Causa, por Jorge Rozemblum

El honor, como la pornografía, es a veces cuestión de geografía. La traducción de una lengua a otra suele despojar a muchos conceptos abstractos de una serie de valencias que los definen. No es lo mismo, por ejemplo, lo que significa el honor en español, en hebreo o en árabe.En nuestra lengua, el honor tiene que ver principalmente con el respeto: hacia nuestra persona, nuestros derechos e, incluso, nuestros antepasados. En hebreo, la palabra equivalente es kavód y sorprende descubrir que tiene la misma raíz etimológica que hígado (kavéd) y peso (kóved). En cuanto a la primera de estas palabras hermanas, el imaginario del hebreo (una lengua semítica milenaria) suele atribuir conceptos abstractos a diferentes órganos internos: por ejemplo, la moral y la ética residen en los riñones (musár klayót), mientras que la morada del honor sería el laboratorio de nuestro hígado. El atributo del peso, por otra parte, puede incluirse en expresiones como kóved rosh (literalmente, el “peso de la cabeza”, pero que significa rigor) o kved lev (literalmente, “de corazón pesado”, obstinado). El peso del kavód sin duda está detrás del concepto cristiano del honor, al que aludimos antes, que permeó primero en el latín (de donde viene la expresión Honoris Causa, en base a sus logros honoríficos, que acompaña a algunos doctorados universitarios) y se transformó al español en otras palabras emparentadas como honra, honestidad e incluso denostar (“deshonestar”).En árabe, por el contrario, el honor se expresa por medio de dos palabras: sharaf e ‘ird. La primera denota tanto el honor de la unidad social, la tribu y la familia, como el de los individuos, y está sujeto a fluctuación positiva o negativa. El sharaf de la familia puede elevarse mediante comportamientos modélicos tales como la hospitalidad, la generosidad, el valor en el combate, etc. El ‘ird solamente designa el honor de las mujeres, y su valor sólo puede menguar. Un comportamiento moral ejemplar no puede reforzar el ‘ird de una mujer, pero la conducta contraria puede acarrear daños irreparables. El ‘ird prevalece sobre el sharaf, afectando gravemente al honor de la familia. En consecuencia, la violación del honor de una mujer requiere una acción drástica que puede terminar con su muerte. Pero no es único caso de asesinato por honor.El sharaf tradicional se ha transformado en nuestros días en un concepto por el cual, cualquier situación en la que uno no consiga imponer su voluntad o creencia, se considera ofensiva. Por ejemplo, si uno vive como extranjero en otro país y le obligan a expresarse en el idioma nativo, o a adquirir sus costumbres sociales y sus leyes (por ejemplo, la prohibición de usar burkas o de practicar tradiciones de mutilación genital femenina como la ablación), se viola su honor, se atenta contra su sharaf. Y qué decir si a un pueblo árabe no le dejan masacrar o expulsar al mar a otro que no lo es: entonces se sufre una humillación, un desastre a veces tildado de nakba. Y en la concepción islamista actual, el honor mancillado “exige” sangre. Exige muerte Honoris Causa. Lo que para nosotros es terrorismo y horror, para otros es la única manera que tienen de entender el respeto y el honor, traducido de la manera más perversa.Shabat Shalom! Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Muerte Honoris Causa, por Jorge Rozemblum

El honor, como la pornografía, es a veces cuestión de geografía. La traducción de una lengua a otra suele despojar a muchos conceptos abstractos de una serie de valencias que los definen. No es lo mismo, por ejemplo, lo que significa el honor en español, en hebreo o en árabe.En nuestra lengua, el honor tiene que ver principalmente con el respeto: hacia nuestra persona, nuestros derechos e, incluso, nuestros antepasados. En hebreo, la palabra equivalente es kavód y sorprende descubrir que tiene la misma raíz etimológica que hígado (kavéd) y peso (kóved). En cuanto a la primera de estas palabras hermanas, el imaginario del hebreo (una lengua semítica milenaria) suele atribuir conceptos abstractos a diferentes órganos internos: por ejemplo, la moral y la ética residen en los riñones (musár klayót), mientras que la morada del honor sería el laboratorio de nuestro hígado. El atributo del peso, por otra parte, puede incluirse en expresiones como kóved rosh (literalmente, el “peso de la cabeza”, pero que significa rigor) o kved lev (literalmente, “de corazón pesado”, obstinado). El peso del kavód sin duda está detrás del concepto cristiano del honor, al que aludimos antes, que permeó primero en el latín (de donde viene la expresión Honoris Causa, en base a sus logros honoríficos, que acompaña a algunos doctorados universitarios) y se transformó al español en otras palabras emparentadas como honra, honestidad e incluso denostar (“deshonestar”).En árabe, por el contrario, el honor se expresa por medio de dos palabras: sharaf e ‘ird. La primera denota tanto el honor de la unidad social, la tribu y la familia, como el de los individuos, y está sujeto a fluctuación positiva o negativa. El sharaf de la familia puede elevarse mediante comportamientos modélicos tales como la hospitalidad, la generosidad, el valor en el combate, etc. El ‘ird solamente designa el honor de las mujeres, y su valor sólo puede menguar. Un comportamiento moral ejemplar no puede reforzar el ‘ird de una mujer, pero la conducta contraria puede acarrear daños irreparables. El ‘ird prevalece sobre el sharaf, afectando gravemente al honor de la familia. En consecuencia, la violación del honor de una mujer requiere una acción drástica que puede terminar con su muerte. Pero no es único caso de asesinato por honor.El sharaf tradicional se ha transformado en nuestros días en un concepto por el cual, cualquier situación en la que uno no consiga imponer su voluntad o creencia, se considera ofensiva. Por ejemplo, si uno vive como extranjero en otro país y le obligan a expresarse en el idioma nativo, o a adquirir sus costumbres sociales y sus leyes (por ejemplo, la prohibición de usar burkas o de practicar tradiciones de mutilación genital femenina como la ablación), se viola su honor, se atenta contra su sharaf. Y qué decir si a un pueblo árabe no le dejan masacrar o expulsar al mar a otro que no lo es: entonces se sufre una humillación, un desastre a veces tildado de nakba. Y en la concepción islamista actual, el honor mancillado “exige” sangre. Exige muerte Honoris Causa. Lo que para nosotros es terrorismo y horror, para otros es la única manera que tienen de entender el respeto y el honor, traducido de la manera más perversa.Shabat Shalom! Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Ni tan normales ni tan especiales, por Jorge Rozemblum

La manía por aparentar lo que no somos no es sólo un fenómeno individual, sino que actualmente puede aplicarse a las naciones y los intentos de mejorar o cambiar su imagen. Valgan de ejemplos, por una parte Israel, que intenta aparentar una imagen de absoluta normalidad en medio del caos en que vive; por otra España, que se proclama diferente cuando la realidad nos muestra un alto grado de similitud no sólo a lo que hacen los otros países de nuestro entorno, sino incluso a períodos históricos que creíamos superados.Decía un viejo profesor que las leyes, en su promulgación, son una confesión de un uso extendido y abusivo. Por ejemplo, el mandamiento de no matar surge por el abuso del asesinato. Lo mismo sucede con otras prohibiciones como el incesto, seguramente especificadas en tiempos históricos por lo extendido que estaba. De modo análogo, proclamar y publicitar la imagen de una nación no es más que un ejercicio por enmascarar lo que todos ven pero no es políticamente correcto decir en voz alta, como en el cuento del traje nuevo del emperador.Es lógico que Israel quiera presentarse como una más entre las naciones: lleva dos generaciones sufriendo la mirada de los modernos inquisidores que cuestionan una y otra vez su derecho a existir, herederos directos de aquellos que -como judíos- nos negaban el derecho a vivir, fuera donde fuera. Cuando uno está expuesto a un ruido constante, este acaba perdiendo su efecto perturbador y pasa a convertirse en “ruido de fondo”. El conflicto bélico y terrorista se convierte en una “música de las esferas” (en la explicación aristotélica) a la que uno se acostumbra tanto que no le impide disfrutar y percibir hasta el mínimo murmullo de los elementos cotidianos, como si viviésemos en un entorno tan habitual como el de cualquier otro país. “Israel is normal”.En España queremos creer que vivimos en un país especial. Así pretenden que pensemos los últimos gobernantes: unos ignorando la profundidad del precipicio en el que hemos caído, otros intentando convencernos que con solo mirar hacia arriba ya estamos saliendo del mismo. Que vivimos en un país que ha sabido aprender de sus tropiezos, pero que vuelve a toparse una y otra vez con los mismos escollos. Un país que cambia de camiseta, pero siempre juega contra la misma portería, sin cambiar de campo. Los ejemplos serían muchos y muy dolorosos, por ello, permítanme que me concentre sólo en uno muy personal: ¿en qué ha cambiado (en las acciones, no en las palabras) la diplomacia española en su relación hacia el conflicto árabe-israelí desde los tiempos del franquismo?; ¿hay algo diferente de la “tradicional amistad hispano-árabe” y la política de compensación (los varapalos a Israel van seguidos o precedidos de un gesto de apoyo a “nuestros“ sefardíes)? “Spain is different”.Aprendamos ya a vivir con lo que somos: ni tan normales ni tan especiales. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Ni tan normales ni tan especiales, por Jorge Rozemblum

La manía por aparentar lo que no somos no es sólo un fenómeno individual, sino que actualmente puede aplicarse a las naciones y los intentos de mejorar o cambiar su imagen. Valgan de ejemplos, por una parte Israel, que intenta aparentar una imagen de absoluta normalidad en medio del caos en que vive; por otra España, que se proclama diferente cuando la realidad nos muestra un alto grado de similitud no sólo a lo que hacen los otros países de nuestro entorno, sino incluso a períodos históricos que creíamos superados.Decía un viejo profesor que las leyes, en su promulgación, son una confesión de un uso extendido y abusivo. Por ejemplo, el mandamiento de no matar surge por el abuso del asesinato. Lo mismo sucede con otras prohibiciones como el incesto, seguramente especificadas en tiempos históricos por lo extendido que estaba. De modo análogo, proclamar y publicitar la imagen de una nación no es más que un ejercicio por enmascarar lo que todos ven pero no es políticamente correcto decir en voz alta, como en el cuento del traje nuevo del emperador.Es lógico que Israel quiera presentarse como una más entre las naciones: lleva dos generaciones sufriendo la mirada de los modernos inquisidores que cuestionan una y otra vez su derecho a existir, herederos directos de aquellos que -como judíos- nos negaban el derecho a vivir, fuera donde fuera. Cuando uno está expuesto a un ruido constante, este acaba perdiendo su efecto perturbador y pasa a convertirse en “ruido de fondo”. El conflicto bélico y terrorista se convierte en una “música de las esferas” (en la explicación aristotélica) a la que uno se acostumbra tanto que no le impide disfrutar y percibir hasta el mínimo murmullo de los elementos cotidianos, como si viviésemos en un entorno tan habitual como el de cualquier otro país. “Israel is normal”.En España queremos creer que vivimos en un país especial. Así pretenden que pensemos los últimos gobernantes: unos ignorando la profundidad del precipicio en el que hemos caído, otros intentando convencernos que con solo mirar hacia arriba ya estamos saliendo del mismo. Que vivimos en un país que ha sabido aprender de sus tropiezos, pero que vuelve a toparse una y otra vez con los mismos escollos. Un país que cambia de camiseta, pero siempre juega contra la misma portería, sin cambiar de campo. Los ejemplos serían muchos y muy dolorosos, por ello, permítanme que me concentre sólo en uno muy personal: ¿en qué ha cambiado (en las acciones, no en las palabras) la diplomacia española en su relación hacia el conflicto árabe-israelí desde los tiempos del franquismo?; ¿hay algo diferente de la “tradicional amistad hispano-árabe” y la política de compensación (los varapalos a Israel van seguidos o precedidos de un gesto de apoyo a “nuestros“ sefardíes)? “Spain is different”.Aprendamos ya a vivir con lo que somos: ni tan normales ni tan especiales. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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