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actualidad, opinión, sección de Abraham Barchilon

¿Subsanando un error histórico?, por Abraham Barchilón

Tras el anuncio, por el Gobierno, del anteproyecto de Ley denominado “de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes que justifiquen tal condición y su especial vinculación con España” y por el que se modifica el artículo 23 del Código Civil, lo primero a resaltar sería el pomposo título dado por el Ministerio de Justicia al citado anteproyecto, cuando se trata, en definitiva, de la modificación  parcial  de un artículo del Código Civil. Seguidamente, llama la atención que, a la modificación referida del Código Civil, el anteproyecto dedique tres folios a justificarlo,  remontándose al D.L. del 21/12/1924, cuando dicho texto legal,  en la época contemporánea, ha sufrido reformas, sin duda, de mayor calado que la que ahora propone el anteproyecto (en mayo de 1978; noviembre de 1978; 1981; 1990; 2005). Ahora, que en los albores del siglo XXI las comunidades sefardíes del mundo se enfrentan a nuevos desafíos, cuando algunas quedaron maltrechas en la furia de los totalitarismos y en todas ellas palpita el amor hacia España, “nuestro País”, se dispone   la modificación del artículo 23 del Código Civil, que tal vez no necesitara tan larga exposición de motivos. Pero hagamos un análisis jurídico de lo que, como subsanación de un error histórico, se propone con la modificación del artículo en cuestión. El párrafo segundo del apartado primero del anteproyecto, dice textualmente “ …  cualquiera que sea la ideología, religión o creencia de los sefardíes”. Esto viene a suponer una apertura de la aplicación. Cuando se apruebe definitivamente, podrán acogerse no  sólo aquellos que  profesen en la actualidad la religión judía sino todos aquellos cuyos antepasados fueron judíos y que, tras el edicto de 1492, fueron compelidos a la conversión forzosa o a la expulsión, y sean ciudadanos hoy extranjeros. Ello da una mayor amplitud al término “sefardí”, reconociendo el drama que el citado edicto causó al conjunto de la sociedad española. De otra parte, lo que dicho anteproyecto vendría a suponer es: eliminar un agravio comparativo por el que se exigía la renuncia a su actual nacionalidad a los sefardíes, “españoles sin patria”,  y no así a otros nacionales de países iberoamericanos, Filipinas, Guinea Ecuatorial y Portugal, citados en el artículo en cuestión.          La única modificación  favorable para adquirir la nacionalidad española por carta de naturaleza, vendría a recoger el anteproyecto que analizamos y sería, por su conducto, modificar, de facto, el apartado 2º del artículo 21 del C.C., exonerando  a los sefardíes de  la residencia obligatoria en España para obtener la nacionalidad española La problemática estudiada , desde la perspectiva histórica, debe considerar los motivos por los que los judíos españoles (sefardíes) se tuvieron que ir – forzados – al exilio (1.492) y la aplicación del apartado 4) del artículo 24 del citado Código Civil: “No se pierde la nacionalidad española, en virtud de lo dispuesto en este precepto, si España se hallare en Guerra”. Esto supone reconocer que nuestros compatriotas de religión judía no han perdido nunca nuestra, su,  nacionalidad. Y concordando el texto anteriormente citado con el apartado 2 del artículo 11 de la Constitución Española (1978), leemos: “ningún español de origen puede ser privado de su nacionalidad”.             Por lo expuesto, concluyo que  el citado anteproyecto que se presenta como  una forma de  subsanar un error histórico, en realidad lo que hace es, primordialmente, paliar   la desigualdad en  la Ley, de los Sefardíes en relación a los otros pueblos que, de alguna forma, constituyen parte de la historia de España y, por otro lado,  posibilitar “el reconocimiento” de su nacionalidad de origen.

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Primavera sefardí, primavera ashkenazí, por Jorge Rozemblum

Venezuela y Ucrania tienen aparentemente muy poco en común, más allá de coincidir esta semana en las portadas de todos los periódicos y noticieros televisivos del mundo por la violencia de sus alzamientos populares y, especialmente, por la represión ejercida por unos gobiernos salidos de las urnas, pero nada respetuosos hacia quienes opinan diferente. Casualidades de la vida (o no), ambos escenarios nos son muy cercanos a los judíos, casi siempre primeras víctimas de la intolerancia y de la apatía e intencionada sordera de los medios internacionales a nuestras denuncias. Como los canarios que antiguamente se bajaban a las minas para delatar los escapes de gas, nuestra imagen suele anticiparse a verse dibujada al fondo de las dianas de los corruptos aupados al poder. Venezuela fue durante décadas (si no siglos) un remanso para los judíos, especialmente sefardíes, desde los holandeses de ascendencia portuguesa que tuvieron que huir de Brasil en el siglo XVII a la cercana isla de Curaçao, a los marroquíes que se asentaron desde mediados del siglo XIX. En tiempos más actuales, en 1958 con la salida del gobierno de un militar que años antes había participado en un golpe de estado, llegaron muchos judíos de países como Egipto, en el que en los últimos tiempos se había instalado otra dictadura militar poco amiga de los judíos, con Nasser al frente. En el otro extremo del mundo, Ucrania fue desde finales de la Edad Media hogar de muchos judíos hoy día catalogados como ashkenazíes (es decir, provenientes de la cuenca del Rín), aunque con importantes aportes de los expulsados de España en 1492, además de la legendaria herencia de los jázaros, el mítico pueblo de origen turco que se convirtió al judaísmo en el siglo VIII. Los judíos se asentaron en las zonas menos pobladas del país, llenando el paisaje de pequeñas aldeas (shtetls) donde la lengua de facto era el ídish. Antes de comenzar las actuales revueltas, tanto en Venezuela como en Ucrania ya hubo signos flagrantes de antisemitismo, desde el asalto a la sinagoga de Caracas en 2009 a la famosa maldición a Israel de Hugo Chávez en junio de 2010 en Venezuela y, en Ucrania, desde los pogromos de Leópolis (Lviv) en 1941 hasta el reciente ascenso del partido neonazi Svoboda. Escaldados con el panorama actual en el mundo árabe, seguramente esta vez los periodistas esperarán algo más antes de encontrar un nuevo apodo mediático a estos levantamientos. A falta de pocas semanas para el equinoccio, proponemos los poco originales aunque auténticos “Primavera sefardí” y “Primavera ashkenazí”. A ver si reviven los canarios de la mina. Shabat Shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad   Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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La Autoridad Nacional Filistea, por Jorge Rozemblum

A pesar de los documentos históricos, mucha gente sigue creyendo que la reivindicación palestina es la de “recuperar” un estado. La verdad es que nunca hubo estado, nación y, hasta hace dos generaciones, tampoco un pueblo que se identificara a sí mismo como palestino. Los negacionistas de esta realidad se apoyen en la falsa igualdad Filistea = Palestina.Los filisteos fueron un pueblo de la antigüedad, parte de los llamados por los egipcios de entonces “pueblos del mar”, que aparecen en la zona de Canaán en el siglo XIII AEC y conquistan el sureste (lo que hoy día sería Gaza, Ashkelón y Ashdod). Su nombre -del que mucho más tarde, en el año 135 EC, ya desaparecidos los filisteos tres siglos antes, el emperador romano Adriano derivará en latín el de Palestina para erradicar definitivamente todo vestigio de los rebeldes del reino de Judea- deriva… del hebreo. En esa lengua, paleshet significa invasor.Los israelitas convivieron siglos con los molestos vecinos del sur, algunos de ellos rescatados del olvido para la cultura occidental gracias a su inclusión… en la Biblia judía. Los más famosos, sin duda, son la traidora Dalila y el gigante Goliat. Paradójicamente, los actuales palestinos no tienen ninguna vergüenza en trastrocar los protagonistas y convertirse ellos en el joven y valiente David, enfrentado al aterrador monstruo… israelí.De modo que toda mención de Palestina (o nombre semejante) anterior al citado año de 135 en latín, griego u otra lengua, se refiere a lo que hoy día en español se denomina Filistea, justamente para diferenciarlo del período que incluye el fin de la dominación romana, el imperio bizantino, la conquista musulmana y el imperio otomano sobre las tierras originalmente pobladas por los antepasados directos religiosa, cultural y genéticamente de los actuales judíos. Durante este período de 19 siglos (del 135 a 1917), esta zona nunca fue independiente (excepto por los breves reinos cristianos en tiempos de la Cruzadas), ni la ciudad de Jerusalén desempeñó capitalidad alguna.Durante el tiempo del exilio, la subprovincia Siria-Palestina quedó prácticamente despoblada y abandonada, como lo testimonia Mark Twain en su libro “Innocents Abroad” de 1867. Según el demógrafo Sergio Della Pergola, hasta el siglo XIX no se superaron los 250 mil habitantes (hoy, entre Israel y los territorios bajo administración palestina suman más de 12 millones), con un incremento exponencial a partir de la llegada de los inmigrantes judíos (sionismo moderno), que funcionó de “efecto llamada” para los árabes de la zona, principalmente, egipcios y sirios, poco antes y durante el mandato británico en la zona, de 1918 a 1948.No es sino a partir de estas fechas cuando aparecen las primeras menciones de un pueblo palestino, cuya Autoridad Nacional reivindica una continuidad histórica inexistente de los árabes actuales con los antiguos filisteos. Es como si los neoyorquinos se creyeran ahora mohicanos.Shabat Shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Que 10 años no es nada, por Jorge Rozemblum

En “Volver”, Gardel cantaba aquello de “sentir que es un soplo la vida”. Y ese espíritu (en hebreo ruaj sirve tanto para este significado como para “viento” y “aliento”) sigue insuflando las velas de nuestra Radio Sefarad día a día, desde aquel 3 de febrero de 2004 en que la voz de Alex Baer presentaba al primer director del medio (y fundador), Solly Wolodarsky. ¿Qué son 10 años al lado de los centenarios de grandes instituciones y empresas, en comparación a calendarios milenarios como el hebreo? Cuantitativamente no más que una mota de polvo, como cuando comparamos la existencia del ser humano con la edad de este mundo y, sin embargo, un cambio reciente pero de gran impacto. ¿Qué significan 10 años de un medio de comunicación judío en España? Poco más que un fogonazo en la larga historia de nuestra presencia en la península (la histórica y la actual), pero una chispa que arroja luz donde más la necesitábamos, demostrando a la sociedad en la que vivimos que no somos seres mitológicos, ni reliquias del pasado, ni nuestro valor estriba en la utilización de lenguas “fosilizadas”. Simplemente carne y hueso con unos principios que seguimos empeñados en conservar. Quien ha cambiado (afortunadamente) es este país, aunque la labor por desterrar los prejuicios e ilustrar siglos de ignorancia y odio esté sólo al principio. No hay camino que no empiece por unos primeros pasos. Lo asombroso del caso es que, obligados por las limitaciones económicas, este proyecto nació en un entorno (Internet) por el que sólo unos pocos apostaban como base hace un decenio, cuando no todos los hogares (¡ni mucho menos!) contaban con esta tecnología. El tiempo, el esfuerzo y el buen hacer de centenares de personas (entre trabajadores, colaboradores y voluntarios) en estos años se ve recompensado no sólo con la mayor biblioteca sonora sobre judaísmo en español del mundo (más de 6 mil horas disponibles para cualquiera, en cualquier momento, desde cualquier lugar), sino también que Radio Sefarad se ha convertido en un referente indispensable en el mundo del periodismo judío internacional en nuestro idioma. Hoy ya se sabe que estamos de vuelta, que hay judíos viviendo en el sitio donde floreció nuestra cultura como nunca antes en la diáspora, en la Sefarad mítica y real que nos estuvo vedada cinco siglos. Y que tenemos una voz, la tuya, que con sólo 10 años (que como dice el mismo tango del inicio no son nada) pretende seguir creciendo, superando obstáculos, aprendiendo de los errores, basándose en la voluntad de mejorar el mundo (Tikún Olám) que impregna nuestro legado. Shabat shalom! Jorge Rozemblum es Director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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Turismo: los nuevos mercados, ¿de la incultura?, por Abraham Barchilón

Leo con asombro el artículo firmado por José A. Cano, supongo que profesional del periodismo, en el Diario “El Mundo” del día 21/01/2014, titulado “Los Judíos regresan a Granada” en cuyo contenido se puede leer:  a) La apertura de dos museos especializados aumenta el atractivo para el turismo hebreo  b) Se ponen en marcha los primeros viajes especializados para grupos de judíos  c) Granada fue cuna de grandes intelectuales y en ella se firmó la expulsión de 1492. No cabe duda de que al leer esos epígrafes se puede llegar a pensar que realmente el turismo de Granada se está especializando en lo que fue, históricamente, el resplandor del Judaísmo en la cultura de la Comunidad Autónoma Andaluza que, por causas que algún día serán motivo de estudio, prefirió basar su esplendoroso pasado en otras épocas. Pero, desgraciadamente, el primer párrafo del artículo ya me deja atónito y supongo que no sólo a mi, que profeso la religión judía, sino a cualquier compatriota que tenga una cultura media, entre los cuales, no debe encontrarse el citado Sr. José A. Cano. En las sinagogas no se utiliza la llamada a la oración, ni con el “shofar“ ni de ninguna otra forma y, a poco que hubiera consultado, le habrían informado sobre el citado “shofar”, que no es más que un instrumento litúrgico y que está, precisamente, prohibido hacer sonar en “shabat “(sábado), salvo contadas excepciones.La confusión cultural del escritor, influenciado mentalmente por ese querer vivir de “las aguas de la invasión musulmana”, hace una panegírico entre la llamada a la oración que hacen en la mezquitas con algo inexistente en el judaísmo. Destaca el escritor que esos museos se encuentran fuera de la “Red de Juderías”, y a buen seguro que su artículo no contribuirá a su adhesión a la misma. Su aportación, de haber acudido a dicha Red o a cualquier Comunidad Judía Española para asesorarse, habría sido incluso fructífera y no le hubiera llevado a redactar y publicar algo que refleja tanta incultura y falta de información. Esta desinformación exhibida alejará a las empresas que quieren desarrollar ese “especializado“sector turístico mencionado por el autor y a los potenciales visitantes de esa nueva ruta turística de Granada, quienes elegirán cualquier otra ciudad española, donde la historia, la cultura y el turismo vayan de la mano.

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Hanita antes que Madrid, por Jorge Rozemblum

Esta semana, el periódico digital “Público” titulaba una noticia “Las víctimas españolas de nazis y franquistas, excluidas en el homenaje del día del Holocausto”, cometiendo una doble falta: porque el acto que se celebraba en el Senado no tenía nada que ver con el franquismo, y porque sí se rindió homenaje a las víctimas españolas del holocausto, encendiéndose una de las seis velas en su memoria. También se recordó expresamente a ese colectivo en el acto celebrado en la Asamblea de Madrid. Antes de que el periódico rectificara la noticia, por la intervención de la Amical de Mauthausen, representante de los republicanos españoles deportados, aparecieron comentarios de furibundos antisemitas, de los que sólo podía distinguirse si eran de izquierda o neonazis por los logos que los acompañaban, como el que tras la bandera brigadista tricolor apunta: “los israelitas (sic) quieren ser las únicas víctimas del nazismo, que asesinó españoles, gitanos, homosexuales y tres o cuatro veces más de rusos que de judíos”. Los colectivos minoritarios citados fueron todos ellos homenajeados en los actos. No así los rusos (ni los alemanes, franceses, japoneses, británicos o estadounidenses) ya que murieron en una guerra, y no como parte de un genocidio sistematizado al que no interesaba la nula peligrosidad o enemistad de este pueblo (incluidos los niños), sino su supuesto componente racial. Resulta especialmente doloroso que estas falsedades y comentarios procedan de algunas asociaciones que defienden la memoria de los caídos en el bando republicano en la Guerra Civil Española, ya que, de los 40 mil brigadistas internacionales, la quinta parte eran judíos de diversas partes del mundo, el segundo contingente más numeroso. Algunos llegaron de la Palestina bajo mandato británico, pese a la situación de masacres y hostigamiento a que estaban siendo sometidos por los árabes (antes del 48, el 67, el 73, etc.). Pero su espíritu internacionalista en la lucha contra el fascismo (no olvidemos la estrecha colaboración del régimen nazi con el bando nacional) llevo a que, como el título de un reciente documental, prefirieran defender “Madrid antes que Hanita” (el nombre de un kibutz, una comuna agrícola). Muchos de ellos no pudieron retornar al finalizar la guerra española, ya que los británicos les habían retirado el pasaporte, pero no dudaron en volver para combatir junto a sus hermanos en la Guerra de la Independencia de 1948, que estalló en el momento en que Israel hizo efectiva la declaración de estado soberano decidida por Naciones Unidas. Algunos provenían de los grupos de partisanos judíos de Europa oriental que, según testimonian, temían tanto a los nazis como a los grupos partisanos rusos o polacos. Enfrentados por la guerra, nazis y comunistas compartían sin embargo su odio visceral y ancestral por los judíos. Recomiendo oír el testimonio de una superviviente en el acto de la Asamblea de Madrid y su relato del trato que recibían los que lograban escapar del nazismo a la Unión Soviética y al retornar a sus países. A la luz de lo que estamos viviendo, seguramente muchos estarían hoy arrepentidos del orden de prioridades en su pasado y pondrían la defensa de su gente por delante de la ingratitud y el racismo disfrazado de algunos: Hanita antes que Madrid. Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad  

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La Shoá nunca acabó, por Jorge Rozemblum

Cuando se habla de asociaciones de víctimas del terrorismo, se sobreentiende que se incluye a los familiares de los asesinados y heridos. Pero esta extrapolación no es contemplada cuando se habla del holocausto judío, según la cual las víctimas no serían sólo los 6 millones de asesinados, sino el total de 18 millones que entonces componían el pueblo judío en su conjunto. Y los descendientes de los que sobrevivieron a la tragedia en primera persona, y los de los que consiguieron hacerlo por estar fuera del alcance geográfico momentáneo de la maquinaria nazi.En los años que han pasado desde que en 1945 se hizo patente para todos lo que los oficiales aliados conocían (aunque no se sintieran por ello obligados a actuar de manera alguna para frenarlo mediante el bombardeo de campos o el sabotaje de líneas férreas), la masacre industrializada de una población que no suponía amenaza alguna, la reacción de la sociedad general y de los propios judíos ha ido cambiando. Si en los primeros tiempos después del fin de la Segunda Guerra Mundial casi nadie quería hablar del tema, hoy las instituciones de medio mundo pisan el acelerador para recoger los testimonios de los últimos sobrevivientes directos con vida. Y, nunca como antes, las editoriales apenas dan abasto para publicar nuevos libros de cuando el mal y la locura colectiva eclipsaron Europa.Más allá de estos cambios, para mí, la shoá es una imagen tatuada en la memoria, de cuando ni siquiera se usaba ese término ni el del holocausto, sino jurbn, en ídish, la lengua de la mayoría de las víctimas letales. Llegado el día del recordatorio (en abril, cuando se conmemora el levantamiento del gueto de Varsovia), la maestra de la escuela judía de segundo curso de primaria no pudo articular su voz ahogada por el llanto para hablarnos de los pequeños del gueto y los campos. Desde entonces, shoá significará niños de 7 años consolando a su maestra, acercándonos a abrazarla, refugiándonos nosotros mismos del terror de ver desmoronarse a nuestros guías.Eran días de susurros de padres y abuelos con ojos vidriosos, en los que prestando mucha atención podían oírse nombres de ciudades y aldeas, de parientes y amigos. Caras de náufragos perplejos, de sonrisas forzadas cuando nos miraban. Cuando las terribles fotos en blanco y negro me parecían mucho más lejanas en el tiempo que ahora mismo. Cuando se hace el recuento de las estirpes perdidas, de las ramas truncadas del árbol familiar, partido por el rayo del odio y la indiferencia. Cuando la evidencia de la soledad y la orfandad se torna en luz y misión: construir y recordar. Poner los cimientos de una nueva realidad llamada Israel y no olvidar. Y no dejarse robar el dolor por la negación de las evidencias, ni por la banalización de un lenguaje en el que las nuevas palabras pierden pronto las mayúsculas y se convierten en instrumentos para seguir azotándonos. Y es que, pese a los actos y homenajes, las víctimas, todos nosotros, sabemos que la shoá, el jurbn, nunca acabó. Jorge Rozemblum es director de Radio SefaradPulse aquí para acceder a la programación semanal del 20 al 26 de enero y a los enlaces de Radio Sefarad

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El país forrado de cuero y con cuatro patas, por Jorge Rozemblum

En los lejanos tiempos de mi infancia en Argentina, la maestra de primaria solía sorprendernos con la tarea de redactar en clase una “composición”, cuyo tema podía ser “mi familia”, “la vaca” o cualquier otro concepto al alcance de nuestros conocimientos. O no. Alguno se conformaba poniendo que es un animal forrado de cuero, con cuatro patas y una valoración del tipo: es muy bonita. Algo parecido sucedería si tomásemos un examen sorpresa, no a los estudiantes de periodismo, sino a veteranos del medio, y preguntásemos qué pasa hoy día con Timor Oriental o Sudán del Sur. Es lógico que sus respuestas sean parcas o que incluso reconozcan su ignorancia: nadie está obligado a saberlo todo sobre todo. En cambio, si preguntásemos sobre Israel, nadie alegaría desconocimiento y seguramente abundarían los juicios de valor y las opiniones personales. Eso también es lógico si tomamos en cuenta la cantidad de horas que los medios han dedicado al conflicto de Oriente Próximo. Pese a ello, ¿cuántos sabrían explicar cuál es la capital del país? ¿Lo ignorarían o se equivocarían? ¿Cuántos serían capaces de estimar el porcentaje de población ortodoxa, de la que tanto se habla en las noticias? Sería lógico que no supieran todas las respuestas pero, una vez más, ¿confesarían su desconocimiento o apostarían sin dudarlo por una cifra desproporcionada? En una reciente visita a España, el periodista portugués-israelí Henrique Cymerman contaba que a menudo, charlando con camaradas que volaban a Israel a cubrir algún evento, se asombraba del poco tiempo con que llegaban a cubrirlo, sin hablar la lengua del país ni siquiera inglés, y estos le confesaban sin complejos que la nota ya la traían escrita, porque como decía el título del blog de otro periodista, el español Jorge Marirrodriga, “Sobre Israel opinamos todos”. Y para ello no hace falta ser profesional de la comunicación, ni mucho menos. Hagan el experimento en su calle, barrio o bar: pregunten a la gente qué opinan de la situación en Ucrania. Obtendrán en la inmensa mayoría de los casos una mirada de desconcierto y un posible “no sabe/no contesta”. Pregunten a continuación ¿Y de Israel, qué opina?…, y vayan pidiéndose otro café, porque la charla va para largo y con los ánimos exaltados. Por cierto, intenten insertar en la acalorada respuesta otra pregunta: ¿ha estado alguna vez allí? ¿ha conocido personalmente a algún israelí? ¿y a un judío? Se decía (injustamente) que el prolífico autor español de “novelas del Oeste”, Marcial Lafuente, nunca había estado en los EE.UU., pero que ello no le impedía redactar cada semana una historia detalladamente ambientada en esos paisajes y tiempos pasados. Le bastaba con usar los tópicos. El trato del periodismo español, en su mayoría, se aproxima bastante a esa situación: son muchos los “corresponsales de guerra” en Israel que no salen de sus cómodos apartamentos en Tel-Aviv sino para realizar entrevistas concertadas con palestinos a través de los llamados “facilitadores”. Sería como si al citado autor de las novelas de vaqueros lo llevaran en vuelo directo a un estudio donde se ruedan películas del género “western”, y de vuelta a casa. Sería bueno que la realidad y el contacto directo nos permitiesen opinar de forma más justa y documentada, más allá de los estereotipos, que no se convierten en verdades por el hecho de repetirse. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal del 13 al 19 de enero y a los enlaces de Radio Sefarad  

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Debate «Oriente Medio: la linde entre información y opinión»

El tratamiento de la información sobre Israel y el mundo judío y las sutiles líneas que separan la opinión de la información en la prensa española fueron anoche temas de debate en el Centro Sefarad-Israel. Masha Gabriel, directora de Revista de Medio Oriente, Rafael Anibal, periodista y director de Comunicación de Fuente Latina y María Royo, directora de Comunicación de la Federación de Comunidades Judías de España fueron los ponentes que plantearon una reflexión conjunta a todos los presentes sobre el actual estado de la prensa española con relación a Israel. La principal conclusión a las que se llegaron es que la crisis económica que afecta a las empresas periodísticas ha cambiado las formas de trabajar de los periodistas que tienen menos tiempo para generar una buena información. Se observa algo menos de ideología y más prácticas poco rigurosas.

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Tiempo de rectificar, por Jorge Rozemblum

Aunque estamos lejos de Yom Kipur, de vez en cuando es aconsejable hacer una cura de humildad, reconocer errores y pedir disculpas si alguien se ha sentido ofendido por nuestros actos, aunque lo hubiéramos hecho de forma no intencionada. Ello no significa que debamos arrepentirnos del camino que hemos decidido recorrer, ya que no estamos sólo para informar. Y sólo se puede aprender de los errores reconocidos. La opinión y el comentario nos exponen a equivocarnos y amplificar por difusión el alcance de los fallos. Por ejemplo, en la editorial anterior mencionaba el apoyo de la cancillería soviética a la creación del estado de Israel, en contraposición a la postura del presidente estadounidense Truman, cuando la realidad fue que éste justamente tuvo que luchar dentro de su propio gobierno para apoyar el nacimiento de un estado judío, en contra de las posturas de otros miembros de su administración que se oponían. El reconocimiento de este error histórico, sin embargo, no nos inmuniza de cara a futuros tropiezos con la realidad. Sin embargo, las principales reticencias no vienen generalmente de los datos, sino de las opiniones y del tono de los textos. Aquí tengo que reconocer y confesarme usuario habitual de la ironía y el sarcasmo, hasta límites que creía claros, pero que a veces parecen no serlos. Por ejemplo, los artículos “Bravo Lady Ashton” y “Yo de mayor quiero ser anti-israelí” en realidad apuntaban en el sentido opuesto al que declaraban sus títulos, como una forma de provocación. Hubo gente que no lo entendió así sino literalmente y se sintieron ofendidas. Mis disculpas. Intentaré ser más claro, pero no puedo prometer dejar de ser quien soy, ni disfrazarme de cordero, aunque no sea tampoco un lobo. También me consta que algunas palabras del artículo “Navidades judías” han herido susceptibilidades. Desde aquí reitero mi profundo y sincero respeto por todas las sensibilidades religiosas, lo que no es óbice (al contrario) para señalar las torpezas (como equiparar a la Navidad con Janucá, más allá de la coincidencia en el tiempo de ambas festividades) o denunciar los errores (como hablar de Palestina para referirse a los tiempos de Jesús). Nada más lejos de mi intención que basar cualquier tipo de argumentación en cuestiones personales y colectivas ligadas a la fe: es el rasero para exigir de los demás un trato similar en correspondencia y no medirnos con una regla distinta. El libro del Eclesiastés (que se atribuye tradicionalmente al rey Salomón) habla sabiamente de la distribución y simetría de los tiempos: nacer y morir, plantar y cosechar, amor y odio, guerra y paz. Opinar y rectificar. Shabat shalom Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad Pulse aquí para acceder a la programación semanal completa y a los enlaces de Radio Sefarad

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