junio 2015

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Investigación sobre los judíos húngaros, el Holocausto y España

La Embajada de Hungría en Madrid y la presidencia húngara de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) publica una beca de investigación para 3+1 meses El objetivo de la convocatoria es explorar la vida de los judíos húngaros que llegaron a España durante el Holocausto, documentar las circunstancias de su salvación, realizar entrevistas con los supervivientes, mostrar su ubicación e integración en España (y el destino de su posible continuación de viaje), y elaborar la lista de supervivientes. La beca es accesible para ciudadanos de la UE que hayan completado o sigan cursando sus estudios universitarios. El alto nivel de conocimiento de los idiomas húngaro y español es necesario. Si el solicitante es un grupo de personas, el conocimiento de idioma puede ser compartido. El grupo debe ser como máximo de 3 personas. Desde el punto de vista de la cuantía económica de la beca, se considerará como una sola persona. Fecha límite de la entrega de solicitudes: 6 de julio de 2015 Dirección de la entrega por correo postal: Embajada de Hungría, C/Fortuny, 6 4a planta. 28010-Madrid Entrega por correo electrónico: embajada.hungría@mfa.gov.hu Indicar en el tema: Beca IHRA Evaluación de las solicitudes: 10 de julio de 2015 Contratación: 24 de julio de 2015 Duración de la beca: 3 meses Fecha límite de la entrega del trabajo: 31 de diciembre de 2015 Más información sobre la beca: István Benyhe, Consejero de Cultura Email: ibenyhe@mfa.gov.hu Tlf.: +34 650 913 584 Según la siguiente guía el solicitante tiene que entregar: – plan de trabajo, planes de gasto, hoja de ruta de la investigación, calendario preliminar de las tareas; – CV (en formato electrónico o 3 ejemplares en formato de papel); – certificados académicos y de experiencia profesional; – certificados del conocimiento del idioma húngaro o declaración (p.ej.:nacionalidad húngara, estudios en húngaro); – certificados del conocimiento del idioma español (certificado de haber completado estudios en español); El solicitante debe entregar su solicitud con conocimiento de que: – la beca no implica contrato laboral, – el becario no tendrá derecho a exigir que el donante de la beca pague – además de la beca concedida – ningún tipo de gasto, impuesto, impuesto anticipado, pensión, retribución o contribución sanitaria. – el donante no puede deducirse nada de la beca bajo ningún concepto, se la paga entera al becario, – el becario está obligado a tributar de manera independiente según las leyes de su país, el donante de la beca no tiene responsabilidad ninguna. La cuantía total de la beca es de 2.400 EUR (lo que proporcionan en cuotas mensuales iguales, excepto la última, la que se desembolsa cuando el becario haya entregado su trabajo). Además de esa cantidad, el becario puede acceder a un importe de 1.500 EUR de compensación por gastos durante el período de la beca (tras haber presentado las facturas, se le paga posteriormente por el donante de la beca). La cuantía total de la beca y la compensación de gastos durante el período de tres meses de la beca no puede superar los 3.900 EUR. Es posible integrar a un co-investigador para la recopilación de datos y la investigación de archivos en Hungría. Su remuneración equivale a la cuota mensual de la beca sin embargo es un pago independiente. Su nombramiento se puede llevar a cabo con la entrega de la solicitud pero antes de que empiece el período de la beca adquirida. El donante de la beca tiene obligación de firmar el contrato con él hasta el 30 de septiembre de 2015. El compañero de la investigación en Hungría (co-investigador) está autorizado a recibir la cantidad de la beca una sola vez (800 EUR), además de recibir los costes originados por la investigación en Hungría de una sola compensación (500 EUR). La cantidad de la beca del co-investigador de 800 EUR se pagará por el donante de la beca a través del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Comercio Internacional en Hungría (cumpliendo con la legislación vigente) al haber completado la investigación.La cantidad para el co-investigador en concepto de gastos originados por la investigación es de 500 EUR que tras la presentación y verificación de las facturas se pagará inmediatamente por el donante de la beca. Según el punto 4.15 del anexo nr.1 de la ley tributaria vigente, la beca resultante de la relación laboral del contribuyente de Hungría, hasta una cuantía no superior al salario mínimo se califica libre de impuestos. La parte que es superior al salario mínimo sin embargo debe considerarse un ingreso derivado de la relación laboral. Después de haber quitado los impuestos y cotizaciones de dicha cuantía, la beca del co-investigador se pagará por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Comercio Internacional. Descripción detallada: Basado en la información preliminar se hizo evidente que podemos realizar un trabajo de contingencia, si exploramos con afirmación científica la vida de los judíos húngaros que huyeron durante el Holocausto a España y preparamos un estudio completo sobre ellos, sobre su salvación, integración, y la relación que han mantenido con nuestro país. Desde la expulsión de la comunidad judía de España en 1492 y comparado con otros países de Europa viven relativamente pocos judíos en el país. Los judíos originalmente sefardíes huyeron al Norte de África, Oeste de Europa (principalmente Países Bajos) y a la península de los Balcanes. (Su nombre: sefardí, Sefarad = viene del nombre de España). Una parte importante de los judíos que hoy están en España, justamente son descendientes de inmigrantes de la nueva era. Llegaron muchos entre las dos guerras mundiales de Francia, Sudamérica y unos cuantos de Marruecos. Durante y después de la guerra civil (1936 – 1939) la inmigración judía se atascó, la dictadura de Franco – aunque en sus decretos no era antisemita – no era atractiva para una mayor inmigración judía. El país, como aliado del Tercer Imperio durante mucho tiempo, no entraba como destino entre los planes de los obligados de huir. Para 1944-45, cuando la derrota del imperio de Hitler ya era evidente, llegarían

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La Marcha del Orgullo Judío, por Jorge Rozemblum

Hace pocas semanas se celebró en Tel-Aviv, Israel, una nueva Marcha del Orgullo Gay, que convocó en esta ocasión a casi 180 mil personas. La popularidad y veteranía de esta fiesta contradice la imagen falsa y estereotipada del estado judío como una teocracia. Si bien hay sectores minoritarios ultra-ortodoxos (como en las otras religiones) que no admiten excepciones a las parejas heterosexuales, Israel en su enorme mayoría es un oasis de libertad, también de opciones sexuales, en su entorno. Y es bueno que quien disfruta de ese respeto demuestre su orgullo de ser quien es en público. Hay muchos padres y madres que, al conocer de sus hijos estas inclinaciones, sufren no ya por no admitir su opción, sino pensando en el desprecio de su condición en la mirada del otro. En el caso de las parejas judías, la diferencia ni siquiera es una opción como la sexualidad, ya que sea cual sea nuestra postura respecto al judaísmo, nuestros hijos seguirán siendo diferentes a los ojos de los demás. Lo sabemos de la historia lejana y de la próxima, de los conversos españoles y la “limpieza de sangre” exigida e investigada por la Inquisición, de los asimilados capaces de enmascarar sus apellidos y estirpe, y de aquellos que renunciaron a cualquier herencia y cultura propia y que fueron segregados y perseguidos por las leyes raciales o en tiempos turbulentos. El parecer diferentes reside en quien nos ve. Pero nuestro bagaje no está expuesto (pese a las descripciones raciales del judaísmo, somos blancos, negros, mediterráneos, asiáticos, escandinavos, africanos, caucásicos, europeos y de cualquier genética existente), como tampoco lo está (pese a los tópicos) el de las opciones sexuales no tradicionales, lo que convierte a ambos colectivos en objetivo de delaciones, malsines y señaladores. Nada hay más ofensivo que alguien nos diga al contarles nuestra condición: “no lo pareces”, como si el gay tuviera que ir haciendo alardes de “pluma”, y el judío, si ya no ostenta cuernos y rabo, al menos tuviera que ir con el atuendo que han visto en el cine. Las Marchas del Orgullo Gay han sido un gran logro de las sociedades occidentales, excepto en algunos terribles casos como el de Madrid hace algunos años cuando un famoso político “defensor de las libertades” prohibió la participación de una carroza de Tel-Aviv a la vez que se pronunciaba en defensa de regímenes que ahorcan a los homosexuales. Sin embargo, resulta difícil todavía imaginar (cada vez más en la actual Europa) una Marcha del Orgullo Judío que pudiera transcurrir sin un impresionante dispositivo de protección policial y a la que, como en la reciente Marcha de Tel-Aviv, se unan espontáneamente decenas de miles de personas que no pertenecen a ese colectivo, simplemente por sentirse orgullosas de que sus sociedades (ellos mismos) hayan dejado de señalarlos y verlos como diferentes. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad

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Extranjeros en su patria, por Jorge Rozemblum

Cuando el pasado jueves 11 de junio se aprobaba la nueva Ley de Nacionalidad Española para Sefardíes, creí que los diarios traerían la noticia en la portada y los noticieros televisivos en su resumen inicial. No fue así: apenas unas líneas en páginas interiores y un mutismo casi absoluto en el formato audiovisual fueron la respuesta. Había olvidado una de las reglas básicas del periodismo moderno: lo que no despierta polémica (como una Ley aprobada por unanimidad) no vende. Y lo que no vende, no vale la pena publicarlo. Aun así, y pese a las dudas que presenta la implementación de esta Ley, millones de personas en el mundo entero (sefardíes o no) sonreímos felices por el simbolismo de reparación histórica que significó. Poco (muy poco) nos duró la alegría. No habían pasado 40 horas cuando nos enteramos por las redes sociales que el recién (justo en esos instantes) nombrado encargado de cultura en la ciudad en que se aprobó la citada Ley, había publicado unos tuits de añeja estirpe antisemita. El escándalo fue mayúsculo, hasta el punto de tener que renunciar a dicho cargo. Desde entonces, tanto su partido como sus detractores remueven sin mascarilla en el pasado de los nuevos y viejos elegidos en las últimas elecciones municipales y autonómicas buscando declaraciones, mensajes y cualquier huella social que los desacredite. Hasta aquí, todo normal. El problema es que son innumerables los casos en que los judíos somos el sujeto de estas chanzas, en un país en el que la mayoría de la gente declara no haber visto y hablado jamás con uno de carne y hueso. El tema del antisemitismo (con sus variantes de negación del holocausto, anti-israelismo, equiparación con los nazis, etc.) está llegando a unos niveles casi equiparables, en términos de acusación y alarma pública, a los de la corrupción. Y las explicaciones o excusas son a veces la guinda del pastel del despropósito y los prejuicios. Varios medios y entrevistados a favor y en contra de los señalados hablan de chistes “xenófobos”. Ahora bien: xenofobia es el miedo u odio al extranjero. La equiparación (o simple confusión) de la xenofobia al antisemitismo es en sí un síntoma de prejuicios antisemitas, al suponer que los judíos somos “extranjeros”. ¿Dónde? ¿En los campos de concentración, quizás por haber sido deportados allí para su exterminio desde sus extranjeros países de origen? ¿En España, en la que moraban antes de la llegada de la mayoría de sus habitantes actuales y a los que la nueva Ley justamente pretende restituir sus derechos ciudadanos injustamente arrebatados? Esta confusión ni es nueva ni una prerrogativa de una ideología política. Revisen lo ocurrido con los judíos en la Unión Soviética y en los países bajo su influencia, y la reiterada acusación estalinista de “cosmopolitas”, que situaba al descendiente de este origen (pocos siguieron cultivando algún tipo de vínculo religioso) en la categoría de apátrida y errante, como si los que realmente sufrieron ese destino lo hicieran por su propia voluntad y no por las decisiones de los poderosos (como nuestro Edicto de Expulsión). Pero menos todavía les gusta que el meteco, el extranjero, el objeto de la “xenofobia”, reivindique y reconstruya el que fuera su hogar, dejando atrás las tierras en las que es víctima del desprecio y el mal llamado humor, que no es más que la burla del débil, al que tildan prejuiciosamente de poderoso.   Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad

actividades culturales, actualidad

JDay Barcelona

El pasado domingo 14 de junio de 2015 tuvo lugar en las instalaciones de la Comunidad Israelita de Barcelona el evento JDay Barcelona de la plataforma JNetwork que reunió a más de 100 usuarios de la misma de Barcelona, Madrid y Alicante. Los ponentes invitados, directivos de organizaciones como Holmes Place y Bimbo o emprendedores del mundo creativo y de proyectos sociales realizaron excelentes y muy interesantes las presentaciones en base a su experiencia como profesionales y pudieron ofrecer nuevas herramientas a los asistentes para poder aplicar en sus emprendimientos. Además JNetwork organizó stands con información muy útil para todos los emprendedores que quieran comenzar sus propios proyectos y un espacio de networking para conocer otros profesionales y poder compartir un rato entre conocidos y miembros de todas las comunidades de España. JNetwork organiza periódicamente formaciones y encuentros de networking en diferentes comunidades de España para ayudar a los asistentes a mejorar sus perspectivas laborales.

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Cuatro años y un cargo para disculparse, por Abraham Barchilón

Las pasadas elecciones municipales y autonómicas han llevado al poder a una pluralidad de personas que, bajo sus nuevas siglas, parecen querer ocultar su pasado y, al salir éste a la  opinión pública, se limitan a decir “pido disculpas”. Y el último, hasta este momento, que la hemeroteca ha puesto al descubierto ha sido el designado como Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid por la Srª Carmena, Guillermo Zapata. Y cabe preguntarse ¿realmente una persona puede cambiar sus pensamientos, cuando ya ha alcanzado la madurez?, personalmente opino que no es posible esa mutación. Cuestión diferente es que, al ostentar algún cargo de representación, por aquello de “lo políticamente correcto”, manifieste sus disculpas. Disculpas, que no arrepentimiento, son conceptos con una gran diferencia en su fondo. El primer término – disculpas – significa, estrictamente, quedar bien ante el sector ofendido, aunque sus convicciones personales, intrínsecamente, las mantenga intactas. En cambio arrepentimiento, vendría a representar una reflexión más amplia y profunda sobre los principios sobre los que se pronunció. Mayor análisis merece si  el  que pronuncia expresiones, mofándose del mayor crimen sobre la humanidad, como fue el holocausto, y de los que sufrieron esas atrocidades, es designado para desempeñar el cargo de “Regidor de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid”. Ello, de por sí, viene a calibrar el grado de “cultura” que, al parecer, su mentora, la alcaldesa de Madrid, ha vislumbrado para designarle su colaborador. Un colaborador, cuya catadura moral, a tenor de sus escandalosas manifestaciones – y no sólo sobre el holocausto-, es inadmisible. Pero si ahondamos más, el amparo ideológico sobre el que han formulado su postulación política para llegar al poder en el Ayuntamiento de Madrid, comprobaremos que están basados, no sólo en postulados xenófobos, sino en todo lo referente al pueblo de Israel. Así ha sido su posicionamiento para liderar en España  la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel). Se puede o no compartir la política que ejerce este país en un momento determinado, pero lo que no se puede poner en duda es la democracia existente en ese estado, en contraposición con la dictadura, odio, fanatismo y terrorismo imperante en los promotores del citado boicot, es decir, los rectores del pueblo palestino. A esa forma de participación política que se ha abierto camino, aunque con diferentes denominaciones, se les viene detectando, al menos, una común denominador, que es, sin duda, lo referente al desarrollo de acciones contra el pueblo de Israel. Como políticamente ya no es correcto ser antisemita, ahora muchos se disfrazan de antisraelíes. Ello lo vemos claramente reflejado en las expresiones de la religiosa Teresa Forcada, quien, pretendiendo representar al pueblo catalán, postulándose como candidata a la Generalitat, se “alista“ en un acto ilícito, según la perspectiva del Derecho Internacional, como es el proyecto de la tercera flotilla a Gaza. Por ello, personas con pensamientos y reflexiones como las expuestas, en bien de la democracia y de la convivencia plural de nuestro país, deben ser cesadas por quienes tengan la responsabilidad de su nombramiento y  apartadas de la representación pública. La transparencia de los ideales también debe poder ser contrastada en democracia.     Abraham Barchilón es abogado y presidente de la Comunidad Judía de les Illes Balears El presente artículo ha sido publicado entre otros el día 15 de junio en el Faro de Ceuta, el día 16 de junio en el Diario Levante de Valencia y La Información

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El día en que los judíos unieron a España, por Jorge Rozemblum

A inicios de 1492, los Reyes Católicos culminaron el largo proceso de la Reconquista de España. La operación militar, financiada en gran medida por algunos judíos ricos de la corte, aseguraba la unidad geográfica de una nación que recuperaba su nombre unitario después de siglos de taifas y reinos enfrentados. Pero algunos factores, como la iglesia y su influyente tribunal de la Inquisición dirigido por Torquemada (él mismo descendiente de conversos), convencieron a la pareja reinante de que la unidad dependía del final del trato dispensado a los judíos como “servicámara” o propiedad real. La única opción era que se convirtiesen (y tributasen, como el resto de habitantes) a la iglesia. No fue, pese a las apariencias, una expulsión para lograr la unidad religiosa, ya que pasó más de un siglo y circunstancias muy diferentes para que se procediese a expulsar a los seguidores del Islam que habían llegado a la península a golpe de cimatarra a partir del siglo VIII, mientras que los judíos la habitaban pacíficamente desde al menos un milenio cuando los romanos llamaron a su provincia Hispania, basándose en una antigua denominación fenicia, lengua muy similar al hebreo: i-shfanim, la isla de los conejos. En contra de las intenciones iniciales, la expulsión de los judíos no trajo la unidad y la buenaventura al reino unificado, ni para los que partieron expoliados de todo bien ni para los que se quedaron y convirtieron para salvar sus tesoros, y que sufrieron siglos de sospechas, persecuciones y estigma (en algunos casos, hasta tiempos muy recientes, como los chuetas mallorquines). Tampoco como estado la cosa fue mucho mejor ya que, pese al descubrimiento más rentable de la historia (todo un continente lleno de recursos), España entró en una espiral de endeudamiento y problemas de integración nacional y social que parecieran responder a una maldición que la leyenda atribuye a uno de los obligados a marcharse hace más de cinco siglos. Desde entonces, los antiguos compatriotas se convirtieron en personajes míticos y objeto de un odio (a veces aún insuperado en la cultura y habla populares) irracional e injustificado (por su propia ausencia). España quedó “desefaradizada”, con la memoria borrada de su propia sangre y huellas. Sólo en los últimos 150 años, inicialmente sólo a través de determinadas élites culturales, la cuestión comenzó a aflorar hasta culminar esta misma semana, con la promulgación de una Ley que, más allá de sus fórmulas y detalles legislativos, ha tenido la virtud de unir en la cámara más representativa del pueblo a todos los grupos políticos que votaron unánimemente su aceptación, algo muy poco habitual por estos lares. Esta “unidad” añade un valor simbólico inesperado para quienes impulsaron un proyecto cimentado en la reparación y restitución de derechos. Ojalá sirva para más de un día singular, justo al contrario de aquel infame Edicto que tanto dolor e injusticia causó no sólo a los desplazados (que resistieron al odio y las maquinaciones con la fuerza del amor al terruño, la lengua y las tradiciones), sino también a la propia nación moderna parida contra-natura de la amputación de una parte indispensable de su ser, convirtiendo a la estirpe sefardí en ese “miembro fantasma” que sigue picando y doliendo aunque ya no esté unido al resto del cuerpo. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad

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Como cansa ser judío, por Jorge Rozemblum

En España y en muchos países de habla hispana, millares de personas indagan su genealogía a la búsqueda de las huellas de su identidad judía. Junto a las conversiones forzosas, nuestra historia también está plagada de millones de casos de “asimilados”, que es como denominamos a aquellos que aun siendo judíos según las leyes religiosas (por ser engendrados de vientre judío), han abandonado todas sus señas de identidad: ni religión, ni idioma, ni cultura, ni empatía grupal. El propio hijo de uno de los principales filósofos modernos del judaísmo (Moses Mendelsohn) se bautizó así como su mujer judía y sus hijos (entre ellos el famoso compositor Felix) y añadieron a su apellido el nombre de una finca (Bartholdy) para difuminar el rastro judío. A pesar de estos esfuerzos, Wagner (cuya carrera se basó en la ayuda de los judíos de la época), le recordó y recriminó su origen, como décadas más tarde lo harían las Leyes de Nuremberg que sellarían el destino de las personas por la cuna, ni siquiera por la propia, sino por la de sus padres o abuelos. Siglos antes, como respuesta al Edicto de Expulsión promulgado por los reyes de España en 1492, muchos se acogieron al bautismo, algunos motivados por sus posesiones terrenales (que perderían si se exiliaban), otros sinceramente o por “asimilarse” y ser un súbdito más en la unificación de las coronas del país. Ellos también debieron sentirse decepcionados al comprobar -por las denuncias y los conceptos de “cristiano nuevo” y “limpieza de sangre”- que uno puedo decidir dejar de ser quien es, pero ello no hace que los demás dejen de verte como lo que fuiste. Decía Sartre que la identidad judía surge de esta marginación de los demás. Sorprendentemente, el único sitio en la tierra donde un judío puede dejar de sentirse especial y señalado es el estado judío, en Israel, país en el que la palabra judaísmo (yahadút) está asociada únicamente a la religión y no a la cultura, la lengua, la forma de ser. Pero esta disociación es sólo aparente: el antisemitismo superado al abandonar la diáspora se transforma en odio a Israel, más allá de sus políticas, por el mero hecho de existir. La forma de ser del israelí tampoco se parece ni a sus vecinos regionales, ni a los modelos occidentales (europeos y norteamericanos) que pretende emular. A pesar de las realidades tan distintas que vive un judío en Israel, en España, en París, Nueva York o Buenos Aires, hay algo en común a todos ellos: ser judío cansa. Pero mucho. Cuando uno no está explicando por qué apoya a Israel, está explicando por qué no la apoya. Seguir los preceptos religiosos exige casi el mismo esfuerzo que el no seguirlos y justificar por qué no se hace. Explicar en hebreo se dice lehasbir, y de allí viene la denostada palabra hasbará que algunos creen que es una forma oculta de propaganda israelí, cuando en realidad la gente lo hace gratuitamente y de forma voluntaria. Explicar, explicarse: como si eso sirviera para algo (a la luz del creciente cariño que el mundo profesa a judíos e israelíes últimamente). Mi padre lo llamaba en ídish: red tzum lomp, hablar a las lámparas, a las paredes, gastar saliva. Sabemos que la eficacia de la lógica y la fundamentación científica no han servido, pero seguimos intentándolo. Es una de nuestras señas de identidad más profundas, que no borra ni la crisis de fe, ni el apartarse de la familia y las raíces, ni el renegar de todo, de Dios para abajo. Eso sí: cansa. Pero mucho. Quizás por eso somos el pueblo que inventó el día de descanso, para al menos no tener que explicar nada una vez a la semana.   Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad

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