marzo 2015

actualidad, opinión

El Cotton Club sefardí, por Jorge Rozemblum

Hay gente enamorada de la música sefardí y que, sin embargo, odia a los judíos. Así de claro. El propio ideólogo nazi Alfred Rosenberg sentía fascinación por los objetos relacionados con el judaísmo que coleccionaba con pasión, sin que ello lo acercase en lo más mínimo a tenerles ningún respeto o consideración. En España incluso hay quienes viven de la música judía (como gestores culturales de localidades en las que se descubren huellas de este tipo; como organizadores de conciertos, exposiciones y eventos en base a este legado; e incluso como intérpretes, rescatando y reviviendo esta herencia) y que son judeófobos, tal como recoge la definición de esta discriminación el Foro Europeo sobre Antisemitismo en el punto que señala como tal “Negar al pueblo judío el derecho de autodeterminación, por ejemplo afirmando que la existencia del Estado de Israel es un proyecto racista”. He conocido unos cuantos casos, lo que me hace pensar en todos a los que no he preguntado nunca explícitamente qué opinan del tema. La reacción ha sido siempre la misma, de ofensa. “¿Cómo puedes acusarme de racista justamente a mí, con lo que hago por vuestra cultura?”. La respuesta a la segunda parte es obvia: lucrarse. En cuanto a la primera acusación, no hay que alejarse mucho del tema para recordar que el famoso club nocturno de la época de la Ley Seca estadounidense, el Cotton Club, que basaba sus espectáculos en la actuación de los músicos afroamericanos y del emergente jazz, sin embargo prohibía la entrada de personas de piel negra al local. En España también son muchos los que prefieren contratar a artistas no judíos (nacionales y extranjeros) para interpretar música sefardí, no sea que programen temas (tan populares entre los descendientes de los expulsados como desconocidos u “obviados” aquí) como “Irme kero a Yerushalayim”. Tampoco hay que irse lejos en el mapa y el tiempo para observar un fenómeno similar entre artistas y amantes del flamenco, que se mudarían inmediatamente de barrio en cuanto un gitano se instalase en el vecindario. Como suelen decir “por lo bajini”: hay gitanos y gitanos, hay judíos y judíos. En cuanto a estos últimos, muchos más respetables cuanto más muertos estemos. Por supuesto, eso no quiere decir (ni mucho menos) que todos los cantantes y amantes de la cultura sefardí sean antisemitas e ilegitimen la existencia de Israel. Al contrario: suelen ser personas muy queridas y cercanas. Otras, sin embargo, se empeñan en establecer unas fronteras muy delimitadas para que su cariño y admiración lleguen sólo a los judíos descendientes de los que salieron de España, aunque las investigaciones apunten a que el 65% de los ashkenazíes (los judíos originarios del centro y este de Europa) compartan este linaje genético. Y eso por no hablar de aquellos que como, por ejemplo, los judíos ashkenazíes de Iberoamérica, llevan hasta cinco generaciones empapados de la cultura y lengua española, o que conocen la sefardí mucho mejor que la inmensa mayoría de los españoles. Que lo que une la cultura, no lo separe el racismo. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad

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Jornadas para educar frente a los delitos del odio en Sevilla

La Universidad de Sevilla organiza las jornadas de “Educación y prevención de los delitos de odio: un antiguo reto para el siglo XXI” dirigida por Dr. Miguel Ángel Ballesteros, del Departamento de Teoría e Historia de la Educación y Pedagogía Social (Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Sevilla). La actividad se propone aportar desde la Educación respuestas acerca del tratamiento e intervención para la construcción de una sociedad más justa y conocer y utilizar educativamente el Holocausto, paradigma histórico del genocidio, como estrategia para la promoción de valores de igualdad y tolerancia. Las jornadas tendrán lugar en el Salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla durante los días 17, 18 y 20 de marzo. Contenidos e interés de la actividad Asistimos, aún hoy, en nuestro mundo tecnificado y global, a situaciones en las que el valor de la persona y el respeto a la vida son vulnerados, por una condición determinada o por la pertenencia a cierto colectivo. Algo que ya creíamos desterrado en la Europa de la Unión. Sin embargo, la realidad nos retrotrae a situaciones del pasado: las guerras mundiales, el Holocausto en Europa, el genocidio de Ruanda y, hoy día, a las matanzas a manos de radicales en oriente próximo y medio o los asesinatos de los dibujantes de la revista francesa Charlie hebdo, lo cual nos permite valorar la importancia del desarrollo de valores positivos que puedan ser transferidos a las prácticas cotidianas. Nuestra sociedad es cada vez más diversa, lo que obliga a los profesionales de la Educación a conocer cuáles han sido los problemas socioeducativos no resueltos, identificarlos en nuestro día a día y desarrollar las estrategias más adecuadas para combatirlas en su ejercicio profesional (delitos de odio, violencia en las aulas, etc.). El respeto al otro se ubica en la base de una sociedad democrática y su promoción ha de ser una prioridad. Para ello, una de las estrategias propuestas en estas jornadas “Educación y prevención de los delitos de odio: un antiguo reto para el siglo XXI” es reflexionar sobre el Holocausto, como hecho histórico, ejemplo de intolerancia extrema, sensibilizando a los asistentes sobre la necesidad de la promoción de valores de igualdad y respeto a aquellos que pudiéramos considerar diferentes, así como el desarrollo de las estrategias educativas más adecuadas para erradicar y prevenir los delitos de odio entre los estudiantes en nuestras escuelas e institutos. Siguiendo a la UNESCO (Declaración de Principios sobre la Tolerancia 1995), “la educación es el medio más eficaz de prevenir la intolerancia. La primera etapa de la educación para la tolerancia consiste en enseñar a las personas los derechos y libertades que comparten, para que puedan ser respetados y en fomentar además la voluntad de proteger los de los demás”. Según el concepto defendido por la organización de las Naciones Unidas y asumido por sus Estados miembros, la Tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y maneras distintas de manifestar nuestra condición humana. En consecuencia, es necesario trabajar con los futuros profesionales de la educación, en este sentido, en la línea de la formación en emociones y la promoción de valores, como aspecto prioritario para la consecución de una sociedad más igualitaria y democrática. Esta actividad tiene sus antecedentes en el interés suscitado en nuestra comunidad universitaria ante la conferencia dictada por Dña. Rita Prigmore, gitana superviviente del Holocausto nazi, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. La asistencia de múltiples asociaciones dedicadas al trabajo social, así como de estudiantes de diferentes facultades, nos permitió valorar positivamente el impacto del uso histórico del Holocausto como estrategia para la promoción de valores positivos entre los futuros profesionales de la educación y del ámbito social. Es por ello que se dictarán tres conferencias en relación directa con el antisemitismo, de centros de prestigio internacional como Yad Vashem- Jerusalem, el Centro Sefarad-Israel o Fundación UNED, además de otras en las que se incorporan las experiencias vividas en centros educativos en zonas de exclusión social (CEPER Polígono Sur de Sevilla) o las respuestas que desde el asociacionismo se dan a la prevención educativa de los delitos de odio (Movimiento contra la Intolerancia). La actividad que se propone pone en valor la experiencia y conocimiento de investigadores y profesionales que desarrollan su tarea en el ámbito socioeducativo desde diversas perspectivas. Objetivos de la actividad Reflexionar sobre la importancia de la dignidad de la persona, los valores democráticos y la universalidad de los derechos humanos. Reflexionar sobre la importancia de la igualdad y el respeto a la persona como unidad constituyente de la realidad social. Ayudar a la construcción de la identidad de los futuros profesionales de la educación a partir de la formación en valores de igualdad y respeto a otras realidades y grupos sociales. Promover una pedagogía de la acogida entre los futuros maestros y pedagogos. Aportar desde la Educación respuestas acerca del tratamiento e intervención para la construcción de una sociedad más justa. Suscitar el análisis de la situación social actual en cuanto al tratamiento de lo considerado “diferente” y su relación con la historia reciente europea. Conocer y utilizar educativamente el Holocausto, paradigma histórico del genocidio, como estrategia para la promoción de valores de igualdad y tolerancia. Programa 17/03/15 [ Sesión de mañana ] 9:30-10:00 h. Presentación de las Jornadas. 10:00-11:30 h. Conferencia: LA EDUCACIÓN PARA LA TOLERANCIA Y LA PREVENCIÓN DE LOS DELITOS DE ODIO. Ponente: Esteban Ibarra. Director Movimiento Contra la Intolerancia. 11:45-13:15 h. Conferencia: «TEXTO Y CONTEXTO – DE LA HISTORIA AL SIGNIFICADO» LA ENSEÑANZA DE LA SHOÁ. FILOSOFÍA EDUCATIVA DE YAD VASHEM. Ponente: Dña. Eliana Rapp Badihi Directora del Departamento de Habla Hispana y Portuguesa de la Escuela Internacional para el Estudio del Holocausto de Yad Vashem- Jerusalem [ Sesión de tarde ] 15:00-16:30 h. Conferencia: EL ANTISEMITISMO Y LA ENSEÑANZA DEL HOLOCAUSTO DESDE UNA PERSPECTIVA INTERNACIONAL.

actividades culturales, actualidad

Mesa Redonda con Isaac Querub

Isaac Querub ha participado ayer en la mesa «Del laicismo al pluralismo religioso» junto con representantes del Islam, de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa. En el marco de las Jornadas Académicas «25 años después de la guerra fría: Nuevos enfrentamientos, nuevas divisiones«, la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid ha organizado estas jornadas cuyo objetivo ha sido analizar la situación que ha sustituido el enfrentamiento de los bloques durante la guerra fría. En su intervención, el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España ha hecho un recorrido del pueblo judío por esta época, desde la Segunda Guerra Mundial en la que murieron 36 millones de personas, entre ellas 6 millones de judíos, pasando por la posguerra, la fundación del Estado de Israel, el éxodo de los judíos de la URSS y las guerras a las que se vio abocado el recién nacido Israel. Hasta llegar a nuestros días en los que asistimos con preocupación e inquietud a una situación de resurgimiento del antisemitismo en Europa y el auge del Islam radical. Ver vídeo de la mesa redonda con intervención de Isaac Querub a partir del minuto 16’50»

actualidad, opinión

En nombre del Nombre, por Jorge Rozemblum

Las huestes de las cruzadas cristianas en Europa se enardecían al grito de “Deus vult”, en latín: Dios lo quiere. Una variante de la misma (“Deus lo vult”) aparece como lema en el escudo de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Para miles de judíos europeos de los siglos XI al XIII también fueron esas las palabras que oyeron mientras los masacraban (a falta de musulmanes a mano) en el camino a redimir Tierra Santa. Por otra parte, hoy día judíos, cristianos, jazidíes y hasta musulmanes son atacados al grito de “Al·lahu·àkbar” (Dios es el más grande, en árabe): desde los que estrellan un avión contra un edificio, a los que se hacen volar con una carga explosiva en una pizzería, pasando por quien decapita o crucifica a un prisionero, o simplemente se abalanza sobre un viandante en la calle cuchillo en mano. Nosotros, los judíos, tenemos prohibido utilizar Hashem Hamefurash o nombre explícito en hebreo, ni siquiera a la hora de rezar, ya que el conocimiento de este Nombre se perdió tras la destrucción del Segundo Templo. No se trata de algo impronunciable, sino sagrado, únicamente reservado al gran sacerdote en el Templo. Para referirse a la divinidad se utilizan formas alternativas, desde las más conocidas como Adonáy (mi Señor), Elohím(y aún una forma alternativa a la alternativa, Elokím), El Elion (ser superior), En Sof (infinito), Ehyé Asher Ehyé (soy el que soy), Avinu (padre nuestro), Hakadosh Baruj Hu (el santo bendito), etc. En judeoespañol suele usarse también la palabra Dió, evitando la S final de su origen en español, para no atribuirle un número gramatical plural inaceptable. Pero (para mí, al menos) la alternativa más abstracta y significativa es HaShem, simplemente el Nombre, como en la expresión habitual “baruj haShem”, bendito sea el Nombre, equivalente al cristiano, “gracias a Dios”. En pocos días volveremos a conmemorar y festejar Purím, una fiesta cuyo relato se expresa en un libro bíblico, el Rollo de Esther, que no refiere ni tan sólo una vez el Nombre. Aunque la salvación de los judíos en Persia que relata tiene tintes casi milagrosos, dicho texto deja claro que la responsabilidad por la propia supervivencia del pueblo judío está siempre en manos de sus miembros, que depende de sus acciones más incluso que de la fuerza de su fe. No se trata de una grey protegida por Dios, sino de un pueblo que se protege a sí mismo: una conclusión que permite entender mejor el significado del Israel actual como estado, cuyo fundamento es el pueblo judío y no la propia religión, aunque esta sirva de inspiración y vínculo. Dicen los sabios que Purím es una fiesta de confusión en la que estamos autorizados a tomar vino hasta no distinguir entre los nombres del villano Amán y del pío Mardoqueo, a jugar a ser otros mediante disfraces y juegos teatrales, a celebrar con jolgorio el haber estado a punto de ser exterminados, a ayunar y luego participar de un banquete, a reafirmar que los protagonistas y responsables de nuestros actos (de los buenos y los peores) seguimos siendo nosotros mismos. Y que no somos títeres de los dioses del Olimpo, ni procuramos muerte y dolor por su voluntad y dictado. Que no tomamos su Nombre en vano. Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad (Editorial semanal publicada el 28 de febrero)

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